martes, 31 de diciembre de 2013

31/12/2013

Han sido:

3 meses,
1 secreto.

1 no lo sabe,
2 fingen que no ha pasado.

2 personas que se quieren,
0 saben quiénes. Han sido y son
1 amor y
3 amantes.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Siete del Nueve del Diecinueve

 Me meto las manos en los bolsillos, no quiero que los invitados vean cómo al organizador de todo esto le tiemblan así. Cierro los ojos y me concentro en el ruido de las olas golpeando la orilla con un rugido que degrada en un “shhh…”, mandando a callar a todos aquellos que murmuran dudando de su llegada. A escasos metros se encuentra él, golpeando nervioso la plataforma que salvaguarda nuestros trajes de la arena con la punta del pie. Sé que ella ya está aquí porque dejo de oír el punteo de esos zapatos que yo mismo escogí. Abro los ojos. Le miro y veo cómo se humedece los labios con la punta de la lengua, muestra su sonrisa nerviosa de dientes imperfectos  y se despeina el tupé rubio (para bien). Me mira y se pone recto, intentando no sonreír mientras la distancia entre sus cuerpos se va acortando, pero el amor le tira de las comisuras de los labios como a una marioneta. La miro. La vuelvo a mirar. Ha bajado un momento la cabeza para no tropezar con el escalón que la elevará a una nueva etapa de su vida, y cuando la sube el nudo de nervios que se me había formado en el estómago pasa a la garganta para más tarde hacerme llorar. Lo ha conseguido, porque no soy el único que está llorando; ha conseguido lo que quería. Por un momento dudo si es ella de verdad o se trata de un ángel que levita en nuestra dirección, así que miro a sus pies y encuentro unos zapatos color azul metálico a juego con la corbata de su príncipe, asomando tímidos bajo el final del vestido blanco más perfecto que he visto nunca. “Maldita Cenicienta”, pienso, y me doy cuenta de que estoy sonriendo descaradamente.

El campo de cabezas giradas que se extiende ante mí se va transformando en caras de emoción según ella va avanzando a través de aquella alfombra del rojo de sus labios: pasión. El resto es cosa suya. Las olas se callan para escuchar sus “sí quiero” sinceros y el viento sopla suave hasta que consigue arrancarle el velo. Ella grita riendo. Yo lo cojo al vuelo. Él la sorprende callándola con un beso. La gente aplaude y una señora de la primera fila con un tocado perfecto se levanta y exclama entre lágrimas de emoción “¡Se me ha casado la niña!”.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Te delatas

Lo siento,
pero ya no,
ya no me creo que no me quieras.
Te delata tu insomnio,
te delatan tus ojeras.

Ya no me creo que no me quieras.
Te delatan tus palabras,
cuando dices "¿cuándo vuelves?"
(en lugar de "buen viaje")
cada vez que cojo el tren de vuelta a casa.

Cuando dices "¿cuándo vuelves?"
y suenas como un niño.
Te delata tu pecho,
te delatan tus latidos
(que se aceleran cada vez que estoy contigo).

Te delata tu pecho
que golpea los abrazos
que nos damos callados
(al anochecer o al alba),
para que el Sol nos vea de lejos.

¿Qué nos damos callados?
Nos damos besos mudos,
nos regalamos miradas
(que hablan sin que digamos nada)
y caricias en la espalda.

Nos regalamos miradas
que más que delatarte te dilatan;
te dilatan tus pupilas,
más que tuyas mías
(por un momento).

Te dilatan tus pupilas,
escondidas en tus párpados cansados.
Lo siento,
sé que no te dejo dormir desde hace tiempo
(de tus sueños a tus pensamientos).

Lo siento,
pero ya no,
ya no me creo que no me quieras.
Te delata tu insomnio,
te delatan tus ojeras.

Ya no me creo que no me quieras.
Te delatan tus labios,
que tiemblan cuando dicen mi nombre.
Lo siento,
pero ya no.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Concerto di gatti

—¿Me echarás de menos?
—Sí
—¿Y podré llamarte?
—Sí.
—¿Me darás los buenos días cada día?
—Sí.
—¿Y me darás las buenas noches cada noche?
—Sí.
—¿Me dejarás decirte que te quiero?
—Sí.
—¿Y me dirás que me quieres?
—Sí.
—¿Me quieres?
—Sí.
—¿Y te casarás conmigo?
—Sí.
—¿Tendremos hijos?
—Sí.
—¿Y realizaremos juntos nuestros proyectos de futuro?
—Sí.
—¿Moriremos juntos?
—Sí.
—¿Y me amarás aún después de morir?
—Sí.

 Y con la luz apagada, los ojos cerrados y la grabadora en la mano, intentó quedarse dormida imaginando que aquellos síes no eran una grabación de voz reproducida una y otra vez y que aquella conversación con él era real. Pero entonces rebobinó más atrás de aquel "sí" convincente, y escuchó la verdadera pregunta, que ella misma le había hecho, a la que él contestaba con tanto entusiasmo:

—¿Quieres pasar con ella el resto de tu vida?

Y los gatos de su calle maullaron al compás de los sollozos de cada noche.

lunes, 2 de diciembre de 2013

El día que perdí mi tren favorito

Meto la mano en el bolsillo inmovilizada por el frío, rogándole al Dios en el que no creo que sea en el que estén las llaves. Por lo visto Dios me quiere. Abro la puerta al tercer intento y el calor oscuro me acoge. No me molesto en encender las luces, ya sé ir a oscuras a mi nuevo cuarto. Me tumbo en la cama y respiro fuerte para comprobar que el ambientador que mi madre me compró sigue desprendiendo su olor a lavanda. Yo y mi obsesión por los olores desde que supe que Nietzsche consideraba el olfato el más importante de los sentidos; y por la lavanda desde que supe que mi ex-novia es alérgica a ella.

Las once, las una, las tres, las cuatro... creo que ya no vas a venir. ¿Por qué sigo esperándote si hace un mes que no irrumpes en mi cuarto de madrugada como acostumbrabas a hacer? A lo mejor es que soy gilipollas y no acepto que ya no te importo, que ya no abrirás nunca más la puerta sin hacer ruido y asomarás tu sonrisa picarona por ella, que ya no volverás a tumbarte en mi cama sin mi permiso ni a pedirme con la mirada que me tumbe a tu lado, que se acabaron los abrazos "olor a ti" que transformaban en segundos las horas; o a lo mejor es que no me acabo de creer que no me quieras.

Me gustaba más al principio, cuando pensaba que lo que echaba de menos era follar contigo. Ya sabes, tus brazos grandes como a mí me gustan, tus hombros anchos, tu pecho y abdomen definidos en su justa medida, y el encajar perfecto de nuestros cuerpos. Pero parece ser que también echo de menos tu voz. Y tu estar merodeando todo el día por mi cuarto como si fuera el tuyo. Y tus bromas y tu picarme continuamente. ¿Qué ha pasado? Ella.

Apago la luz y te imagino sentado en mi cama como aquel día en el que me dijiste aquella mentira:
—Oye.
—Dime.
—Que yo te quiero, ¿eh?
—Y yo a ti, hombre —recuerdo que ni me molesté en apartar la vista de mi ordenador.
—Pero es que yo te quiero mucho.
Te miré.
—Yo también te quiero mucho.
—Pero de verdad...
Y no se me ocurrió otra estupidez que preguntarte que por qué me hacías la pelota, que qué querías. Te quedaste en silencio y tu sonrisa se curvó inversa. Me dedicaste entonces tú primera felicidad fingida y me dijiste con voz temblona y apartando la mirada:
—Estoy enamorado de ella.

Siento los pies helados y los froto entre sí para hacerlos entrar en calor, recordando los masajes que nos dábamos el uno al otro para mantenérnolos calentitos. Sonrío y cierro los ojos, dispuesto a conseguir no soñar esta noche contigo, pero entonces aparece la imagen de las puertas de un tren cerrándoseme en las narices y abandonando la estación. El último vagón levanta el aire al desaparecer frente a mí y me llena la nariz de tu olor dulzón y la boca de tus besos suaves; los ojos de las lágrimas que en tu hombro lloré y las manos de la fuerza con la que debería haberte demostrado que te amaba, en forma de puño cerrado, con las uñas clavándoseme en las palmas. Es el recuerdo de aquel día que te levantaste de mi cama para no volver a tumbarte en ella y saliste de mi habitación para no volver a entrar; el recuerdo del día en el que perdí mi tren favorito: tú.

martes, 12 de noviembre de 2013

Un día de estos, piensa un segundo en mí

Un día de estos, cuando la estés besando, piensa un segundo en mis labios; cuando la estés tocando, piensa un segundo en mi piel; cuando la estés mirando, piensa un segundo en mis ojos; cuando la estés oliendo, piensa un segundo en mi olor. Un día de estos, cuando ella esté hablando, piensa un segundo en mi voz.

Una noche de éstas, cuando no puedas dormir, piensa un segundo en mi cama; cuando te desveles, en las madrugadas a mi lado; cuando te corras, en nuestro sexo a escondidas; cuando tengas frío, en mis abrazos. Una noche de éstas, cuando ella te acaricie, piensa un segundo en mis manos.

Un día de estos, cuando seáis vosotros para siempre, piensa un segundo en nosotros para nunca; cuando te rías, en nuestras bromas; cuando llores, en nuestras lágrimas; cuando necesites hablar, en nuestras conversaciones; cuando te apetezca discutir, en nuestras peleas. Un día de estos, cuando quieras paz, piensa un segundo en nuestras reconciliaciones.

Un día de estos, cuando estés pensando, piensa un segundo en mí. Y cuéntame si mereció la pena dejar que nuestra historia se quedara en un principio. Sólo te pido un segundo, para contestar "sí" o "no"; sólo te pido una sílaba para volver a escuchar tu voz. Entonces, cuando no sepas qué decir, piensa un segundo en mi silencio. Y cuéntame si mereció la pena volver a escucharlo.


domingo, 10 de noviembre de 2013

Octubre Dulce

Me quedo con Octubre:
con tus labios en mis labios,
los abrazos por la espalda
y el sexo de madrugada.

Con el recuerdo de tus sonrisas

a dos centímetros de las mías,
de nuestras miradas calladas
y tu respiración entrecortada.

Me quedo con esas noches

que empezaron en el sofá
y acabaron en mi cama;
esas de las que ya no sé nada.

Con una Coca-Cola con tu nombre,
con tus gafas en mi mesa cada noche,
con tu olor en mi almohada
y sobretodo, me quedo con las ganas.

Me quedo con la esperanza
de que vuelvas algún día.
De que no haya sido un sueño,
de que de verdad me querías.

Con el azúcar de tu nombre
y con la de quererte, mi costumbre.
Y aunque no me quede contigo,
me quedo con nuestro dulce Octubre.



martes, 5 de noviembre de 2013

Me duele el cuerpo de quererte

Me duele la cabeza de pensarte,
los ojos de verte,
la nariz de olerte y
la boca de besarte.

Me duelen las piernas de andarte,
las manos de acariciarte,
el pecho de latirte
y el estómago de mariposearte.

Me duele el cuerpo de quererte
y no porque quererte duela;
lo que me duele es quererte
sin conseguir que tú me quieras.

Por eso hoy he decidido
que ni estos ojos,
ni esta cabeza,
ni este pecho,
volverán a doler de quererte.
Y aunque me muera por tus huesos
no quiero volver a verte,
ni a pensarte, ni a latirte.

Quiero olvidar que existes.
Entonces

me dolerá la nariz de no olerte,
las piernas de no andarte,
la boca de no besarte y
las manos de no acariciarte.

Me dolerá el cuerpo de quererte,
porque no quererte no creo que pueda
y puede que entonces,
entonces sí que tú me quieras.

domingo, 27 de octubre de 2013

El día que no te conocí

 Hoy, después de año y medio y casi 500 noches en vela, me he despertado de ti; y he descubierto que eres real, que todo esto no ha sido solo una pesadilla. ¿Pero cómo iba yo a creer que me había enamorado de un monstruo si no era en sueños?

 Maldigo aquella primavera del 2012 en la que me quedé dormido de ti. Reescribiré nuestra historia y cambiaré el final; no es que ya no vaya a ser un final feliz, es que va a ser un final sin ti:

 El día que no te conocí yo vestía zapatillas nuevas, mis pantalones favoritos y esa camisa que no pude volver a lavar después de que me abrazaras por primera vez. Tú llevabas aquella camiseta blanca llena de tu perfecto olor y unos pantalones lo suficientemente apretados como para hacerme mirar cada vez que no te dabas cuenta. 

 El día que no te conocí eran las 12:34 cuando corrías hacia mí para sumirme en tu profundo coma, entonces me lo pensé dos veces y huí de aquel momento destinado a ser feliz para estar 17 meses sin saber lo que es amar. Pero todo pasa, todo llega, todo cambia, y de repente un día se abren las puertas de un tren y tú estás al otro lado, sonriente y tan guapo como siempre, dispuesto a quererme; sólo que para entonces yo ya he encontrado al verdadero amor de mi vida.

 Porque amar con locura no es la única forma de amar. Y yo ya estoy demasiado loco como para que tú me vuelvas más aún. Lo que necesito es paz, cordura, sensatez, abrigo, amistad, cariño. Lo que necesito es justo lo contrario a ti, justo lo contrario a haberte conocido.

 Pero oye, no te preocupes, que dicen por ahí que no hay mal que por bien no venga.

lunes, 21 de octubre de 2013

El día que la descubrí

La vi brillar entre la nube gris de gente.
Ella iba de negro y los demás vestían colores.
Todos hablaban y sonreían
y ella estaba callada y triste.
Pero era ella la que brillaba
y eran ellos los grises.

No sé si fue el flash de su cámara,
con la que cazaba las obras de arte,
salvajes, que rondaban su día a día;
o una idea apareciendo en su cabeza
con forma de bombilla encendida.
Pero la vi brillar entre la nube gris de gente.

Con sus labios de sangre,
sus ojos de césped
y su piel de nieve,
quería esconderse.
Pero su espalda de alas plegadas
anunciaba lo inminente.

Me atraía,
me dejaba perplejo.
Me llamaba,
me pedía explicaciones.
Pero, ¿cómo le cuentas a un ángel
que le has descubierto?

sábado, 19 de octubre de 2013

Lo que digo (y lo que siento)

Hola (te echaba demasiado de menos como para aguantar un día más sin escribirte). 

 Cuánto tiempo (no me puedo creer que hayas soportado todos estos meses sin hablarnos). ¿Cómo estás? (¿te hace feliz la gente con la que me sustituíste?). Últimamente no sé nada de ti (ya no formo parte de tu vida). Pensaba que al mudarme a Madrid quedaríamos más a menudo (quise echarle la culpa de no haberte enamorado a la distancia). A ver si nos vemos un día (ojalá no me cruce contigo porque no podré disimular que aún te amo) y nos tomamos algo por ahí (sigo sediento de tus besos y hambriento de tus abrazos). 

 Espero tu respuesta (siento no asumir que estás harto de mí).
Un saludo (intentaré que ésta sea la última carta que te moleste).

jueves, 17 de octubre de 2013

¡Muchas gracias, muchas gracias!

Hoy de camino a casa me he encontrado a una anciana que iba a tirar la basura. Le he propuesto tirársela yo y me lo ha agradecido varias veces. Pensaba que sus palabras y su sonrisa me iban a abastecer lo suficiente de una sensación de altruismo; sin embargo ahora sólo deseo encontrármela cada día.

lunes, 14 de octubre de 2013

Mi estación del año favorita: tú

No valoro el verano hasta que no llega el otoño.
No valoro el otoño hasta que no llega el invierno.
No valoro el invierno hasta que no llega la primavera
No valoro la primavera hasta que no llega el verano.
Y así con todas las personas
que van y vienen en mi vida
como las cuatro estaciones del año.

Pero a ti te valoré
desde tu solsticio hasta tu equinoccio,
desde tu boca hasta tus ojos.

Quise vivir eternamente en tu clima cálido:
en los ciclones de tu pelo, 
las precipitaciones de tu mirada,
la temperatura de tu cuerpo,
la humedad de tus labios
y la presión de tus abrazos.

Amé desde el primer instante
abrigarme contra el frío de tus palabras,
desnudarme frente al calor de tu pecho,
el amanecer de tu cara en mi almohada;
la lluvia de caricias,
el viento de tu aliento en mi cara,
la escarcha de nuestro sudor congelada cada mañana
y el salitre de tu piel cubriendo mi cama.

A ti te valoré
desde tu equinoccio hasta tu solsticio,
desde tu sexo hasta tus vicios.
 
A ti te quise para siempre,
para que no acabaras nunca.
Pero supongo que no eres más que como otra estación del año:
siempre acabas pero siempre vuelves.

viernes, 11 de octubre de 2013

Placer prohibido

La farola que ilumina tenue la habitación nos observa desde fuera como yo observo tu cuerpo desnudo tumbado en mi cama: sin parpadear.

Me pregunto si mis manos lograrán separarse de tu pecho.

Sentado sobre tu abdomen intento recordar cómo hemos llegado hasta aquí: el cielo; pero tus caricias en mi espalda me distraen consiguiendo que no me dé cuenta de que te has incorporado y me estás besando.

Acaricio tu barba y me despego de tu boca para deslizarme hacia abajo por tu cuerpo.

Me gusta escuchar el placer en tu respiración cuando te toco, y tus ojos cerrados me exculpan de este error que ha sido encontrarte ahora que no sé amar.

El silencio de la noche nos regala la banda sonora del sexo: nuestros gemidos; y las sábanas nos ocultan de las miradas de las cuatro paredes que esconden este placer prohibido.

lunes, 7 de octubre de 2013

Capítulo 0

 Aunque no lo sabíamos (o no queríamos saberlo), todos éramos felices antes de ser sin quererlo los protagonistas de esta historia de miedo. Y es que a cualquier historia que cuenta cómo personas aman a otras personas se la considera una historia de amor, pero nosotros no amábamos como ama todo el mundo; nosotros amábamos con miedo: miedo a vivir, miedo a querer más de lo que nos querían, miedo a perdernos los unos a los otros, miedo a depender de alguien, miedo a encontrar la felicidad y que fuera en otra persona.

 Aunque no lo sabíamos (o no queríamos saberlo) nuestra vida aún no estaba arruinada. Aún éramos cuatro desconocidos cuando nos autodeclaramos unos desgraciados, pero pronto la vida nos iba a demostrar que estábamos equivocados, y es que perder al amor de tu vida siempre te hace verlo todo de otra manera.

 Decido tatuar sobre el papel los acontecimientos que nos llevaron un día a esta locura conjunta de aparente felicidad que nos perseguirá el resto de nuestras vidas, aunque estemos todos muertos. Lo escribo desde el puente en el que me suicidaré cuando acabe de contar a nadie nuestra historia; quizás con la esperanza de que mientras lo hago encuentre la respuesta a mi vida o de que él decida amarme antes de que llegue el día.

 Me siento en el borde, lo más al borde que puedo, porque las palabras son más sinceras cuando sabes que pueden ser las últimas. Así que empezaré con el momento en el que le conocí, antes de que el viento decida por mí el día de mi muerte, porque quiero dejar claro que le amé desde el primer instante.

miércoles, 10 de julio de 2013

Cómo viajar a Noruega en una bici rosa

 Mi abuelo siempre decía que no hay nada más satisfactorio que tachar una línea más de tu lista de Cosas que hacer antes de morir, pero yo me apunto hoy para decir a los hijos de mis hijos algo que satisface más aún: tacharla antes de escribirla. Y es que ya se sabía que no habría cáncer que me impidiese ver la aurora boreal antes de morir, pero ¿quién me iba a decir a mí que lo haría junto a tus labios morados de frío, tomando helado sabor "tus besos" sobre el barquillo de tus abrazos?

 Teníamos las manos verdes de arrancar la hierba de nuestro parque y tan sólo seis años cuando me lo prometiste.  Estábamos allí sentados en lo poquito de césped que habíamos dejado a lo largo de nuestra sexta primavera, y es que nos encantaba hablar mientras desahogábamos nuestra naturaleza destructiva deshaciéndonos de él. Los demás niños jugaban pero nosotros preferíamos soñar con el libro "Los 100 lugares más maravillosos del mundo" que te había regalado tu padre antes de abandonaros a ti y a tu madre y desaparecer para siempre. Me acariciaste la cara pintándomela de verde esperanza y me dijiste:
—Irás, yo te prestaré mi bici. Te lo prometo.
—Pero tu bici es rosa.

 Saco ahora de mi mochila el capítulo quinto de aquel libro: "5. Noruega". Recuerdo que lo arrancaste y me lo entregaste sin pensártelo dos veces al darte cuenta de que cada tarde me quedaba embobado mirando todas y cada una de sus páginas, a pesar de saberme los sitios de memoria. No sabía leer aún, pero mi madre se había encargado de hacerme saber el nombre del lugar al que pertenecía mi favorita de entre todas aquellas imágenes; y más de dos décadas después aún no lo he olvidado: Reine. Río entonces al recordar que pretendías hacerme venir en bici desde nuestro pequeño pueblo andaluz; pero tu bici era rosa.

 La leucemia nos distanció 23 años. Me vine a Madrid a vivir y ninguno supimos del otro: tú por miedo a confirmar que me había ido para siempre y yo por miedo a descubrir que ya no te importaba. Y hace una semana decides aparecer con las manos llenas de hierba.
—¿Quién eres?
—La persona que te hará feliz los últimos meses de tu vida.

 Me abstuve a preguntarte el porqué de todo aquel tiempo sin saber de ti y tú te abstuviste a preguntarme el porqué te había dejado creer toda tu vida que estaba muerto. Nos limitamos a sacar los billetes de avión y venir a Noruega a pasar mi última primavera juntos: hicimos el amor en Reine hasta que perdimos la cuenta y sin saber cómo hemos acabado en el norte tachando juntos el número 37 de mi lista de Cosas que hacer antes de morir. Ahora, en el avión de vuelta a casa, y con unos cuantos kilos menos de abrigo, descubro en tu hombro un tatuaje demasiado pequeño como para verlo en cualquiera de nuestras noches oscuras de sexo: es una bici diminuta, como si perteneciese a un niño de seis años; azul. Te das cuenta de mi hallazgo y te sonríes dulce preguntando:
—¿Te gusta?
—Sí. Pero tu bici era rosa.
—La pinté de azul por si algún día regresabas.

 Aterriza el avión al tiempo que tus labios lo hacen en mi boca. Y por primera vez en 23 años, duele tener que morirme.

viernes, 5 de julio de 2013

"Porque sentir es lo primero" de E. E. Cummings

Porque sentir es lo primero 
el que preste atención 
a la sintaxis de las cosas 
nunca podrá besarte por completo 

ser un completo idiota 
mientras es Primavera en el mundo 

le parece muy bien a mi sangre, y que los besos 
son un mejor destino 
que la sabiduría 
nena, lo juro por las flores. 
No, no llores 
-el mejor guiño de mi mente vale menos
 que el aleteo de tus párpados que dice 

que somos uno para el otro: 
riéte, entonces, recostada 
entre mis brazos, porque la vida no es un párrafo. Y la muerte 
me parece que no es ningún paréntesis.

miércoles, 3 de julio de 2013

Por qué creo en el amor

 Quizás la culpa sea de la bibliotecaria de mi pueblo, que desde que se enteró de que era gay no ha parado de incluir en mi pack mensual de libros a leer alguno que otro perteneciente a la colección "Ellas". Qué gracia me hace que ahora la segmentación de mercados elija qué novela debes leer si eres hombre y cuál si eres mujer (u homosexual, claro); pero más gracia aún me hace que estos libros suelan encantarme.

 Y es que uno, desencantado de la vida y del amor, coge uno de estos libros y no puede evitar que se le antoje vivir una historia de amor perfecta con final feliz incluido, llena de príncipes azules y mariposas en el estómago. Echo tanto de menos a alguien que me demuestre que no me equivoco cuando creo en el amor, que antes de acabar una de estas novelas (por llamarlas de alguna forma) ya estoy buscando otro pastel del estilo que comerme con los ojos.

 Esta fe en el amor también se la puedo deber a mi madre, que me cuenta que sigue sintiendo un cosquilleo por todo el cuerpo cada vez que besa a mi padre; o a éste, que no puede evitar sonreír cuando ella sonríe, por muy mal que vayan las cosas o muy duro que haya sido el día.

 Incluso puede que la culpable sea la adolescencia, esa bestia de fuerza inmensurable que nos hace creer que los "para siempre" existen, que somos capaces de todo y que se puede cambiar el mundo. Seguramente también sea ella la responsable de esta sensación de que no llegará el día en el que tú no seas la persona cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío.

 Y de nada sirven todas estas especulaciones porque realmente, el amor no será más que química y biología: el arma más sencilla pero también la más dolorosa que encontró la naturaleza para hacernos copular como conejos y dejar descendencia de manera segura (se supone que el amor mantendría unida a la pareja para que las crías estuviesen cuidadas por ambos, qué risa). Pero si las madres y padres solteros, los homosexuales, los asexuales y el inventor de los métodos anticonceptivos nos reímos en la cara de la naturaleza (en la medida de lo que se puede), ¿por qué no lo va a hacer el amor?, ¿por qué no va a dejar de ser un conjunto de meras reacciones químicas para pasar a ser algo más?, ¿por qué no va a ser para siempre?

 A cada palabra que escribo me doy cuenta de que estoy más loco y que posiblemente crea en el amor porque es bonito o porque siento envidia de las parejas que se ríen y besan por la calle y en las películas, o simplemente porque quiero ser feliz y a la gente enamorada se le ve feliz;

 de que quizás todo esto no sean más que falsas razones que busco para no aceptar que 
creo en el amor porque sigo creyendo en ti.

sábado, 8 de junio de 2013

Nuestro particular final infeliz

 Fíjense bien. Ésta es la historia de dos gilipollas: uno que le pidió al otro que le tratase todo lo mal que pudiese hasta que le convenciera de que realmente no le quería; y el otro que le hizo caso perdiendo así a la persona qué más le había amado y le amaría jamás.


Nunca un "moriría por ti" volverá a ser tan REAL.

jueves, 6 de junio de 2013

Carta a un amigo fugitivo

Hoy he decidido que voy a conseguir ser alguien especial para ti. No es justo que estando yo aquí con tantas ganas de hacerte feliz tú no me utilices. Sí, utilízame; o trátame todo lo mal que puedas hasta que me convenzas de que realmente no me quieres. Pero no me tengas así, queriendo quererte y no pudiendo, queriéndonos riendo y no riendo.

Venga, va, dame una segunda oportunidad para ser divertido; sé que puedo conseguirlo. Dame una segunda oportunidad para ser como los demás: un amigo al que le cuentas cómo estás (de verdad), con el que te sinceras y al que dejas traspasar ese escudo estúpido que te has puesto para que no te vuelvan a hacer daño. Lo que sí que nunca pensé es que algún día tú llegarías a pensar que yo querría hacerte daño.

¿Sabes? Cada día, desde que me despierto hasta que me acuesto me lo paso pensando en cómo sacarte una sonrisa. Y me levanto con la esperanza de conseguirlo, y me duermo con la tristeza de mi fracaso. Pero "si alguna vez no te dan la sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya. Porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa, como aquel que no sabe sonreír a los demás"

Nunca has confiado en mí, ¿y qué?, hoy puede ser el primer día. Puedes empezar por decirme que te deje en paz o por pedirme que te hable todos los días. Pero Dios mío, ¡dime algo! Siempre quise ser para ti algo diferente a los demás, pero nunca pensé que eso supondría perderte cada día un poco más.

Mucha gente me rodea pero no tengo a nadie, eres lo único que me queda. Dicen por ahí que la esperanza es lo último que se pierde, y creo que eso eres tú para mí: esperanza (si es que aún no te he perdido).

Te propongo que seamos amigos de verdad, que me aguantes y que esperes a que llegue el Anto que te guste tanto como los demás. Pero con la condición de que estés ahí cuando te necesite, y de que cuando tú me necesites me dejes estar ahí. No sé cómo decírtelo ya:

TE QUIERO.


sábado, 1 de junio de 2013

Relax Entertainment

 Miré cómo nuestras colillas saltaban contra el suelo luchando por salvarse de la gravedad. Y al ritmo que ellas eran vencidas y se apagaban yo también era vencido y me iba apagando: apoyé mi cabeza en su hombro y mis lágrimas salieron en busca de los abrazos que ella nunca me había dado.

 El humo de otro porro me hizo pensar que quizás nos estábamos pasando, y busqué sus ojillos con mis ojillos para decirle que ya estaba bien. Ignorando mis lágrimas lo apagó con un gesto de "mensaje captado" y a duras penas se levantó y a más duras aún me levantó a mí. Descansamos nuestra espalda en las persianas bien cerradas (...) y a cada parpadeo calmado intentamos dormir.

 Desperté con sus "ya hemos terminado" acariciándome la oreja. Abrí los ojos y ya era de día. Carraspeé con la garganta, suponiendo un dolor irreversible debido a toda una noche durmiendo en la azotea. No noté nada, miré a mis brazos y vi mi manga corta; miré al cielo y vi el verano. La miré y me sonreía, le sonreí. "Ya hemos terminado" le dije. "Sí, se acabó" me dijo ella. "Se acabó" le respondí. Empezamos a reír y llorar descaradamente y el pestazo a alcohol nos hizo llevarnos un chicle a la boca.

 Sacó su móvil nuevo, ese que junto a que "habíamos terminado" había sido el motivo de la parranda de la noche anterior (y es que a nosotros nos encanta celebrarlo todo, por tonto que sea), y con los auriculares puestos y 1999 de Love of Lesbian sonando, despedimos a nuestro año fatal.

Ya no hay ganas de seguir el show, ni de continuar fingiendo. Sólo quiero ser espectador.
—Relax Entertainment.

"Y ahora congelo cada instante sabiendo de antemano que son los últimos"

Zombie enamorado

 Sin darme cuenta me he convertido en un zombie enamorado.

 Tus "te quiero" se han transformado en noches sin dormir, el insomnio ha llenado el vacío que dejó la ausencia de tu cariño. Y eso se traduce en conversaciones eternas con la Luna y mi almohada, reflexiones y conclusiones que nada tienen que envidiarle a las del protagonista de la mejor historia de desamor platónico jamás escrita. De hecho me pregunto cuál fue la última noche que dormí bien, supongo que aquella en la que fuiste tú quien quiso darme las buenas noches.

 Buenas noches

jueves, 23 de mayo de 2013

Increíble... me da miedo dejar de amar a un gilipollas...


Mayo del 13, un año después

 ¿Dónde estarás? La lógica me dice que en cualquier parte. Así que mañana mismo (si es que aguanto aquí hasta entonces) iré a buscarte a cualquier parte para decirte que ya no te quiero. No sé cómo se puede no querer al amor de tu vida, pero tampoco cómo he aguantado estos meses sin tu olor, sin tu piel, sin tus miradas, sin tus abrazos; y sin embargo, aunque me cueste creerlo, aquí sigo, vivo. Bueno, vivo...

 Estoy empezando a pensar que ya no vale la pena luchar. Temo que llegue el día en el que me dé cuenta de que no me mereces, de que aspiro a algo más que a ti, tu orgullo y tu creerte único en el mundo. Me da miedo dejar de amarte; increíble, me da miedo dejar de amar a un gilipollas. Y es que en realidad no sé si me da más miedo dejar de amarte o no volver a amar así. Quizás nunca he estado enamorado de ti, y sólo lo he estado de mi amor, de cuánto te necesitaba, de lo que sentía cada vez que pensaba en el modo de explicar lo mucho que te quería. Ni hablar, siempre he estado enamorado de ti, de ti, de ti; desde arriba hasta abajo, a lo ancho y a lo profundo; en foto, en vídeo, en persona; en positivo y en negativo; de día y de noche; te amase o te odiase, siempre estaba enamorado de ti.

Ley emocional nº1: prohibido pensar en ti más de un segundo al día. 

 Me he convertido en un delincuente por robar a mi mente más pensamientos sobre ti de los que mi ley emocional permite, y fui condenado hace ya tiempo a la mayor sentencia que se ha impuesto nunca: tú. Hoy cumplo mi primer año de pena. Sí, hoy hace un año que nos conocimos, y creo que ya has tenido el tiempo y las oportunidades suficientes para darte cuenta de si soy yo el amor de tu vida. Creo que ha quedado tan claro que no lo soy como que tú sí eres el de la mía. No hay nada más, sólo una historia de amor que no ha podido ser más que de desamor.

 Pero ya no te quiero, te amo pero no te quiero. Los sueños no se hacen realidad, a no ser que sueñes dentro de los límites de ésta (y tú y yo pertenecemos a realidades bien diferentes, por lo que tú, sueño mío, jamás te cumplirás). Por eso creo que dejaré de luchar por ti; que dejaré de hablarte, porque es una estupidez no hablarte cuando me muero de ganas de hacerlo, pero también lo es regalarle mis palabras de amor a alguien que nunca las valoró ni nunca las valorará. Y es que a mí eso de "puedes hablarme cuando te apetezca" no me vale porque lo que quiero es que sea a ti al que le apetezca hablar conmigo.

 Me gustas tanto que no me gusta que le gustes a otras personas. Me habría bastado con aceptar desde el primer momento que todos los demás siempre te iban a importar más que yo para no estar así ahora. Tú sólo quieres pasarlo bien y yo para eso no sirvo; yo sólo sirvo para amarte. Y no me importaría en absoluto el hecho de que nadie en el mundo me quiera si tú no formaras parte de ese mundo.

 Quisiera perderlo todo y empezar de nuevo, con el contador a cero, sin nada que perder. Aunque a veces, cuando miro a las estrellas echar carreras, no sé si prefiero desear empezar de cero contigo o directamente no haber empezado. Los deseos son muy peligrosos.

 "Todos hemos cambiado" me dices. No fastidies, los dos sabemos perfectamente que por mucho que todos hayamos cambiado las ganas de hablar conmigo no se te han ido porque sí, las conversaciones por Skype y darme los buenos días cada mañana no es algo que de repente te hayas cansado de hacer. Sé que ha habido algo más, que me querías tanto como decías y que me quieres más de lo que me dices y demuestras ahora. A lo mejor es solo que no quieres quererme; y en ese caso te entiendo, porque yo tampoco quiero quererte.

 A veces las mejores despedidas para siempre son las que no se sabe que son despedidas, y mucho menos que serán para siempre. Así que mañana mismo (si es que aguanto aquí hasta entonces) iré a buscarte a cualquier parte para acabar de una vez con lo que nunca hemos tenido; y no me despediré, ni adiós, ni hasta luego, ni hasta nunca, ni hasta siempre. Iré a buscarte a cualquier parte para decirte a oscuras y en silencio mi única verdad, que solamente habla de ti; escribiré en tus labios con el permanente de mis besos

"el mejor momento de mi vida estuvo aquí".

viernes, 10 de mayo de 2013

20 cosas tontas que me hacen feliz

1. Que pongan en la radio una canción que me gusta.
2. Tener 18 años y seguir metiéndome en la cama con mis padres los domingos por la mañana.
3. Que mi hermano me escuche cuando necesito hablar de ti.
4. Visitar Madrid con mi mejor amiga.
5. Sacar buena nota en un examen.
6. Salir guapo en una foto.
7. Soñar que volvemos a vernos.
8. Una película que consiga hacerme reír.
9. Una película que consiga hacerme llorar.
10. Escribir algo que se parezca a la descripción de lo que siento.
11. Encontrarme dinero tirado en la calle.
12. Encontrar algo de ropa que me guste y que me pueda comprar.
13. Comer cuando tengo hambre.
14. Dormir cuando tengo sueño.
15. Aprender algo que antes no sabía.
16. Acertar la hora sin mirar.
17. Hacer reír a alguien que está triste.
18. Viajar.
19. Pensar que aunque sea sin mí, eres feliz.
20. Saludarte y que me respondas; ver que todavía, a pesar de todo, hablamos un poquito, que al fin y al cabo no me has abandonado del todo.

domingo, 5 de mayo de 2013

A mi madre

 Querida mamá:

 Sólo quería avisarte de que soy perfectamente consciente de que el comportamiento de este ¿hombre? que se hace llamar "tu hijo" no le hace en absoluto justicia a lo que inevitablemente es: ¡tu hijo!

 Todos sabemos que nunca he sido un ser humano ejemplar (ni siquiera he servido de mal ejemplo), y hoy me apetece que sepas que eso no significa que no esté plenamente enamorado de ti y de todo lo que tú significas. Ah, ¿que no sabes qué significas? (Claro, idiota de mí, si nunca te lo he dicho realmente). Significas protección, seguridad, tranquilidad. Significas cariño, paz, amor. Significas sonrisas, diversión, felicidad. Significas el pelo despeinado más bonito, la mirada más sincera, los abrazos sin los que no podría vivir. Significas quedarse dormida viendo una película de acción, conversaciones interminables y a veces, lo que debo y no quiero ser.

 Sabes que, entre otros muchos, uno de mis defectos es el de no entender el mundo, y a veces mi forma de expresarlo no es la más adecuada (en realidad no sé si a veces o siempre); pero también sabes que una de mis mayores virtudes es que aprovecho la menor chispa de esperanza para prender toda mi vida de felicidad; y que volveré a encontrar esa chispa que perdí hace ya tiempo.

 Sé que algún día dije que no me tenías que haber tenido, que no elegí venir al mundo, que no me preguntaste si quería estar aquí; y también sé que creíste que lo pensaba de verdad. Perdóname, mamá, aún no había conocido el valor y poder de las palabras. Ahora sí, ahora sí lo conozco, y las utilizo para amar a quien no me deja en el mundo real, y para dar mi opinión cuando el sistema la considera peligrosa (el papel y el boli no me han censurado hasta el momento). Así que aquí desde mi pozo de sentimientos y ahora en pleno conocimiento de las consecuencias de mis palabras, anuncio gritando al mundo entero: 

¡GRACIAS, GRACIAS MAMÁ! Gracias por haberme dado la vida: si no hubiese sido por ti nunca habría conocido la tristeza (¿y cómo distinguiría entonces la felicidad?); gracias a ti tengo días malos, las cosas no me salen como quiero, me frustro; gracias a ti la gente me falla, me siento solo, lloro; gracias a ti conozco la miseria que se come el mundo, la maldad de algunas personas, la humanidad me decepciona; gracias a ti sé lo que es el lado oscuro de la vida, y sin embargo no la cambiaría por nada en el mundo, ¿sabes por qué?, porque tú me has enseñado el lado brillante, feliz, por el que merece la pena luchar.

 Por favor, no dudes que vivir es lo mejor que nos ha pasado. Te quiero y por lo tanto me quiero, porque somos uno, mamá; uno que tenía tanto que ofrecerle al mundo que no entró en una sola persona.

 Hay veces que las palabras no tienen significado alguno en comparación con lo que se quiere decir con ellas, y como si por repetir ésta infinitas veces expresara mi agradecimiento, 
G R A C I A S

Y es que en qué cabeza entra pretender expresar el agradecimiento que se le tiene a una madre.



martes, 30 de abril de 2013

Resumen de mi vida, o lo que es lo mismo, resumen de ti

 Hoy, como todas las mañanas, me he levantado preguntándome a qué se debe mi existencia, y he pensado que quizás estas palabras sean la respuesta:

 Tengo todo lo que realmente necesito Y MÁS. Cada día me propongo aprender a ser feliz con ello y hago un repaso de toda la buena suerte que he tenido y tengo en la vida; me pregunto si cambiaría todo eso por algo y es entonces cuando tu imagen proyectada inmediatamente en cada rincón de mi mente derrumba por completo todos mis planes de ser feliz con lo que tengo (que no es poco, es demasiado), porque lo cambiaría todo sólo porque tú me amases; dejando todo mi ser en ruinas entre las que sólo sé distinguir una verdad: seguramente no seas el amor de mi vida, pero a mí ahora me lo parece, y aún no he encontrado algo tan real como el ahora y el amar.

 Sí, estas palabras eran la respuesta: nací para creer durante 17 años que estaba viviendo, te conocí para descubrir lo que era estar vivo de verdad, sufrí tu desamor para saber lo que es morir, y pese a todo no dejé de amarte para ignorar que estaba muerto; ahora finjo seguir vivo, inventado una esperanza que me cuenta que algún día resucitaré.

El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria,
no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses,
no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia,
sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree,
todas las espera, todas las aguanta. El amor nunca falla. 

(Nuevo Testamento, Hechos de los Apóstoles.
Primera Carta de San Pablo a los Corintios, capítulo 13: versículos del 4 al 8)

—¿Resucitaré?
—Fe.

martes, 16 de abril de 2013

F.R.U.S.T.R.A.C.I.Ó.N

 Te quiero, te adoro, te amo. Maldita sea. No sé qué me pasa. No puedo olvidarte.
No puedo. No puedo. Quiero pero no puedo. Dios. Eres el puto amor de mi vida.
No puedo vivir sin ti. Odio que mis sentimientos suenen a frases hechas,
pero es que no puedo vivir sin ti. No quiero vivir sin ti. ¿Qué voy a hacer sin ti?
Joder. Joder. ¿Por qué no puedo parar de llorar? Te quiero, te adoro, te amo.
¿Por qué? ¿Por qué si sólo me has hecho daño? Me odio. Te amo. Te juro que te amo.
Si nadie te va a querer como yo, ¿por qué no me quieres tú a mí también?
Dios. Te odio. Odio que no te des cuenta de que mi felicidad eres tú.
¿Por qué no quieres que sea feliz? No puede ser. No puede ser. No puedo vivir sin ti. Maldita sea. Ayúdame a darme cuenta de qué debo hacer, de qué puedo hacer. Joder.
Te quiero, te adoro, te amo. Te juro que te amo...

sábado, 13 de abril de 2013

El beso

Cierro los ojos. Se me humedecen los labios. Una especie de agujero negro nace indómito en mi estómago. Absorbe todos mis pensamientos, recuerdos y sentimientos. Los concentra en un punto con complejo de dinamita que se me antoja ansiosa de explotar y hacerme volar por los aires. La prendes. Parpadeo y ya es demasiado tarde: estoy flotando, en el cielo, rodeado de nubes y azul. El peso de todo lo que no pesa condensado en mi mitad me hace descender al mundo real, abrir los ojos —aunque creo nunca antes haberlos tenido tan abiertos— y descubriros sonrientes ante mí: a ti y a tu beso.



miércoles, 10 de abril de 2013

Consejos idiotas e idiotas que dan consejos

—¿Adónde has ido esta vez? ¿Dónde has pasado la noche?

—Al guardamuebles abandonado de la montaña, desde allí casi no se ven las luces de la gente que es feliz.

—¿Por qué te fuiste sin decirme nada? Sabes lo peligrosa que es la montaña por la noche.

—Si te lo decía vendrías conmigo, y entonces tendría que haber aguantado toda una noche las ganas de llorar, haber fingido que todo iba bien; y de eso ya estoy demasiado cansado.

—¿Lo de siempre?

—Lo de siempre.

—Joder, ya está bien. No hay que quedarse lamentándose de uno mismo, hay que dejarlo o luchar; y creo que tú ya has luchado demasiado.

—¿Qué? Ninguna lucha es demasiada cuando la victoria significa la única forma de ser feliz. Y sí, me lamento, porque sólo así puedo pensar en él; y eso, eso es lo único que a día de hoy me compensa el sufrimiento en el que se ha convertido vivir así, tan lejos de sus abrazos.

—Pero no tiene sentido que cuando más necesites a alguien, te aísles.

—Cuando más necesito a alguien es cuando el único alguien al que de verdad necesito y que realmente puede ayudarme, no está. 

—Y podríamos estar los demás, pero no nos dejas.

—Y podríais estar los demás, pero ninguno de vosotros sois la razón de mi existencia.

—Pero te queremos y nos preocupamos por ti. Y queremos ayudarte y que seas feliz. No nos lo pones nada fácil. Buscas la soledad y luego lloras porque te sientes solo. Dices que necesitas cariño, pero privilegiado el que consigue de ti respuestas que no sean bordes y tengan más de dos palabras. La gente, incluso los amigos de verdad, se cansan; y vas a acabar perdiéndonos a todos.

—Si estoy solo es de él, si necesito cariño es el suyo; pero tampoco espero que lo entendáis. Gracias por intentarlo pero no me ayudáis. Aconsejáis como si vosotros fueseis los que sentís, como si vosotros fuerais a sufrir las consecuencias de la decisión que aseguráis que es la adecuada. Nadie me puede entender, he visto películas y escuchado canciones de amor, bodas y relaciones por todas partes, y estoy seguro de que nadie puede entenderme, porque desde luego, aunque todos lo crean, nadie ha estado realmente enamorado.

—No eres el único que tiene sentimientos. Lo sabes, ¿no?

—Sí, pero sí que soy el único que no los abandona cuando no le hacen feliz.

—¿Porque no puedes o porque no quieres?

—Porque me parece injusto dejarlos tirados por los suelos a la más mínima de cambio cuando un día fui feliz gracias a ellos.

—¿Y qué hay de la vida que te estás perdiendo?

—Préstame ganas de vivir.

—Ehm... esto... lo siento, me tengo que ir.

sábado, 23 de marzo de 2013

Tartamudo sentimental

 "Tartamudez sentimental". Sí, me gustan esas dos palabras para describir mi situación. Siento más rápido de lo que soy capaz de contar. Tengo tanto de lo que hablar que se me atragantan las palabras; tengo tanto que decirte que no sé por dónde empezar. Si trato de hablar en serio sólo acabo encontrando silencio, y si trato de ser sincero sólo me salen te amos desesperados. Y es que a veces, cuando necesitas escribir y no sabes cómo hacerlo, qué decir o de qué hablar, lo mejor es confesarte tartamudo sentimental.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Amanecer juntos

Ella (Escrito por Ella)

 Salió titubeante de la habitación, no quería separarse de ella. Aún revuelta entre las sábanas, ella cerró los ojos intentando pensar en cómo las cosas habían cambiado. Lo que más le gustaba de él era aquello que no tenían en común. Adoraba discutir sobre ello hasta altas horas de la madrugada, las ojeras del día siguiente no eran más que cicatrices de una guerra que acababa siempre empatada por un beso. Eran diferentes, se complementaban. Él le había enseñado a levantar los pies del suelo y saltar sin ningún motivo, ignorando lo poco que a ella le gustaba salirse de lo lógico. Otra de las cosas que adoraba era no saberlo todo sobre él, el despertarse cada mañana creyendo conocerle y acostarse descubriendo algo nuevo. Le hacía sentirse bien y aunque fueran pocos los minutos que llevaran sin hablar ya le echaba de menos, como le hubiera pasado si no llega a abrir los ojos dándose así cuenta de que él la estaba mirando, con una sonrisa en la cara. Cómo no, una vez más, la había vuelto a sorprender.


Él (Escrito por Él o yo)

 Trató de engañarse a sí mismo saliendo de la habitación como si nada, como si separarse de ella no constituyese uno de sus mayores miedos, mientras ella se revolvía sensual y somnolienta entre las sábanas. Cometió entonces el error más bonito del día: volverse para mirarla por última vez. Sus ojos quedaron presos de ella y él quedó preso de sus propios ojos, que no le dejaron apartar la mirada de su princesa, ni parpadear, ni siquiera llorar de felicidad. Recordó sus versos favoritos de aquel poema que hablaba de libertad y amor (Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío) y se sintió el preso más afortunado y libre del mundo. Decidió hacerse con el poder de su mente, ya que los ojos se le resistían, empapó cada instante de su pensamiento de ella: de su sonrisa, de su olor, de sus besos... y pensó entonces en cómo habían cambiado las cosas, en cómo de repente aquellos ojos rebeldes se habían descegado para amarla, para amar a cada detalle, por ínfimo que fuese, de su ser.

 Lo que más le gustaba de ella era que compartía con él su afición por aprovechar el menor atisbo de discrepancia entre ellos para desencadenar una tras otra las discusiones más absurdas que jamás se habían librado, las cuales siempre acababan en victoria (sus besos), aunque ella defendiese que se trataban de un empate. Además coincidían sus intereses por el cine, la escritura, por lo bien hecho, por los besos interminables, pero sobre todo por pasar todo el día el uno junto al otro. Él era feliz cubriendo la parte irracional de la que ella carecía y se le antojaba necesario que a veces ella tirase de él, desde la tierra, para ponerle de vez en cuando los pies en el suelo. Pero de entre todas las cosas que le volvían loco de ella, las que lo habían enamorado eran aquellas pequeñas manías y rarezas suyas (como la de pararse, al escribir, a pensar en si cada pronombre personal se trataba de un complemento directo o indirecto). Entonces, paró aquel carrusel de pensamientos y se preguntó: "¿La amo? ¿Le amo? ¿Cómo se dice?". Ella abriendo los ojos, sorprendida por su presencia, le dio la respuesta sin decir nada, simplemente devolviéndole la sonrisa; y él la escuchó en su cabeza: "te amo, se dice" y se metió de nuevo en la cama para volver a levantarse y vivir una y otra vez aquel bucle perfecto.

jueves, 14 de marzo de 2013

Te quiero, ¿y qué?




¿Y qué si sólo se vive una vez? ¿Y qué si la vida son dos días? ¿Y qué si no recuerdo cómo era la mía antes de conocerte? ¿Y qué si hay que olvidar el pasado y vivir el presente?
¿Y qué si estoy malgastando la mejor época de mi vida pensando en ti? ¿Y qué si quiero seguir agarrado a cuánto te amo hasta morir?

 ¿Y qué si no me quieres? ¿Y qué si nunca me vas a querer? ¿Y qué si puede que nunca te vuelva a ver? ¿Y qué si nunca olvidaré tu olor? ¿Y qué si sin tus besos no sabré lo que es vivir? ¿Y qué si he olvidado cómo sonreír sin ti? ¿Y qué si ya no me das cada día los buenos días? ¿Y qué si te has olvidado de mí? ¿Y qué si lo nuestro ha terminado? ¿Y qué si nunca volverá a ser? ¿Y qué si nunca fue? ¿Y qué si nunca lo entendiste?
¿Y qué si no lees estos "y qué"? ¿Y qué si ya no existes?

 ¿Y qué si nadie me entiende? ¿Y qué si no sé ser sin ti? ¿Y qué si estoy solo? ¿Y qué si mis palabras ya no tienen ningún valor? ¿Y qué si ya no vivo más que para dormir y poder amarte en mis sueños? ¿Y qué si ya  nada es cierto? ¿Y qué si no soy feliz?

martes, 12 de marzo de 2013

Volverá a ti el verano

(Sé que) algún día 
dejarás de ser frío conmigo;
y volverá a ti el verano.

Volverá a ti el verano 
como las golondrinas de Bécquer volvieron
al lugar del que un día volaron;
y tú y yo seremos los de antes.
Y me dirás te quieros sinceros, 
porque me querrás de nuevo y sin interrogantes.

Me querrás de nuevo y sin interrogantes, 
y sin miedo. 
Y volveremos a ser felices "juntos", 
en la distancia,
como solíamos. Y merecerá la pena todo el dolor 
que son hoy tus palabras.

Y la pena merecida me abandonará
cuando vuelva a soñar contigo;
cuando sea mío
—azul, luchado—
un futuro a tu lado,
emigrante, amigo.

domingo, 10 de marzo de 2013

Con ella en París

 Ojalá pueda llevarte algún día: te invitaré a cenar pizza en el restaurante más bohemio de todo el Barrio Latino, subiremos las casi 500 escaleras hasta Le Sacré Cœur y veremos París de noche, todo nuestro por un instante; luego bajaremos y te compraré en los puestos callejeros una cajita de música que toque À Paris, y la escucharemos juntos hasta quedar dormidos en un hotel cutre, viendo la luna llena por la ventana y bajo ella, La Tour Eiffel.

viernes, 8 de marzo de 2013

De mí sobre ti

A veces te echo de menos; a veces vuelves a gustarme.

Echo de menos tu bañador rosa en verano,
y tus guantes marrones y tu bufanda beige en invierno;
echo de menos empezar a jugar a la play y acabar haciéndolo en el sofá.

Me gusta ser el único que sabe el nombre
de quien besó por primera vez estos labios ahora de nadie;
me gusta que ese nombre sea el tuyo.

Nos echo de menos tumbados sobre la arena, mirándonos;
nos echo de menos haciendo el amor en la piscina.

Me gusta mirarte cada día como si no te conociese
cuando pasas por mi ventana
y que finjas que no sabes que te estoy mirando.

Echo de menos tu sonrisa y el no poder evitar copiarla cuando sonreías;
echo de menos sonreír.

Me gusta que lo nuestro fuera un error
y me gusta que nos equivocásemos;
me gusta que no seas el amor de mi vida.

Te echo de menos: a ti y a los momentos a tu lado;
y me es inevitable buscarte, y sólo encontrarte en los recuerdos,
porque eres lo mejor que me ha pasado.

"Ya no será..." de Idea Vilariño

Ya no será,
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.

Ya no soy más que yo para siempre y tú
Ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.


viernes, 15 de febrero de 2013

Sigues siendo tú

 En algún ataque de optimismo de esos que me han dado contadas veces en la vida, escribí algo así como "no existe la derrota, si no la demora de la victoria". Pero cómo me equivocaba. A mis apenas dieciocho años ya he perdido la que tengo más que claro que ha sido y será la batalla más importante de mi vida: tú.

 Junto a ti se ha ido mi mejor (o mi única) oportunidad de ser plenamente feliz. Ya lo tengo asumido; ya no grito y desespero si lo pienso, sólo lloro un poquito (o mucho); ya no trato de morir, sino de sobrevivir. Y es que aunque perderte me haya arrebatado la felicidad de golpe y para siempre, debo seguir luchando para vencer, esta vez, en la batalla más dura a la que jamás tendré que enfrentarme: aprender a ser sin ti.

 De repente tengo ganas de vivir. Muchísimas, además. De hecho por eso he tratado de olvidarte. Pero con el tiempo me he dado cuenta de que las ganas de vivir no sirven para nada si no se tiene una vida en la que empeñarlas; y mi vida, la que me falta, sigues siendo tú.

 Y como a estas alturas seguramente ya no me leas, te confesaré sin miedo alguno que te sigo queriendo como el primer y el último día; aunque no tenga claro cuál fue el primero, pero sí cuál será el último: el que me muera.

Sankt

martes, 12 de febrero de 2013

Siempre tuyo(s)

Igual que una vez por ti brillaron,
hoy se apagan, cansados de esperarte, estos ojos;
y algún día morirán, para siempre,
habiendo deseado toda su vida,
mirarnos amándonos.


viernes, 8 de febrero de 2013

Listas


—¿Piensas estar todo el fin de semana encerrado en casa?
—Sí.
 Me cuelga enfadada. Seguro que para el lunes se le habrá olvidado todo, como siempre. Y es que a veces la gente como ella no sabe entender a la gente como yo, o lo que es seguramente más cierto: la gente como yo (yo) no sabe entender a la gente como ella (el resto del mundo). Siempre me ha gustado hacer listas de todo.


Lista de cosas que no entiendo
1. Por qué se hace la cama
2. Por qué la gente se esconde para llorar y no para reír
3. Las modas
4. Que exista buena y mala música, buena y mala literatura, buen y mal cine, etc.
5. Que estirarse en público sea de mala educación
6. Que haya gente que oculte su ideología política, religión, moral, u orientación sexual
7. Que al entrar a un sitio haya que quitarse el gorro
8. Que los fines de semana tenga que apetecerte salir
9. Que se pueda llorar de felicidad y no reír de tristeza
10. Que no me quieras

 Cierro el libro de Historia, y su olor a viejo frustrado por mi intento de aplacarlo con mi colonia me pega molesto en la nariz. Me rasco fuerte. Me miro la mano y tengo sangre. Maldita sea, otra vez. Me limpio, me pongo la chaqueta y subo a la azotea. Mi azotea.

 Me tumbo en el suelo frío y se me clavan todas las piedrecitas que algún día a un constructor se le ocurrió ponerme de colchón. Miro hacia arriba, buscando los latidos de su corazón que una vez le dije que vería en todas y cada una de las estrellas del Universo. Demasiada luz. Saco un papelito y un boli:

37. Buscarte en las estrellas

 A veces no nos damos cuenta de cuánto nos gusta hacer algo hasta que queremos hacerlo y no podemos. Miro el resto de 36 cosas que se supone que me gusta hacer, pero no me apetece hacer ninguna (supongo que se debe a que ahora mismo podría hacerlas si quisiera), hasta que encuentro entre la 16 y la 18 una que se me antoja más apetecible que nunca: 

17. Gritar lo que siento

 Me levanto de mi cama de piedra y me acerco a la barandilla, mirando hacia toda la vega que se extiende a mis pies hasta llegar a las sierras nevadas. Respiro hondo. Cojo aire. Grito: 
—Te amo.

 Guardo la lista de cosas que me gusta hacer y saco un papel en blanco. Escribo Lista de cosas que tengo claras, y a continuación, con el número uno, dejo en ella mi grito tatuado. Las ganas de él me aumentan por dentro indomables y desbordándose finalmente por mis ojos en forma de lágrimas. Entonces decido hacer reformas en otra de mis absurdas listas:

Lista de cosas que me hacen feliz
1. Amarte
2. Olvidarte
3. Que tú seas feliz
4. Abrazarte

 Y sigo sin entender por qué aún redacto cada una de mis listas como si él fuese a leerlas algún día.

jueves, 7 de febrero de 2013

Carta a un amor dormido

26 de Diciembre, 2012
Tú (Madrid)
Querido desamor de mi vida:

 Puede que esto sí que sea nuestra última despedida. Yo no puedo seguir así. Te echo de menos; echo de menos lo que yo significaba para ti (o lo que me hiciste creer que significaba). Me muero por que me quieras y no me sirve de nada que me lo digas si todo lo que eres ahora me demuestra justamente lo contrario.

 ¿Qué ha pasado con la magia de nuestras palabras? No quiero dejar de creer en ella... Pero necesito saber si sirve de algo la fe que cada día me cuesta más inventar. ¿Realmente merece la pena estar haciendo el ridículo de esta manera? Estoy siendo un montón de personas menos yo, sólo por tratar de hacerte recordar lo que un día fuimos, que un día me quisiste, pero de verdad...

 ¿Para qué espero?, ¿para qué pierdo el tiempo contemplando tus fotos o vigilando tu última conexión con la esperanza de que algún día te apetezca hablarme, si sé que eso nunca pasará? Si voy a buscarte, ¿querrás que te encuentre? Quiero luchar por acabar con los kilómetros que nos separan, pero tengo miedo de conseguirlo y que no sirva para nada; de tenerte cerca y seguir sintiéndote tan lejos; de que no quieras verme; de que empieces a odiarme por quererte tanto.

 Así que dime, dime si al final del camino estarás tú, dime si me va a merecer la pena emplear todas mis fuerzas en llegar a la meta, si este sufrimiento finalmente me llevará a ti. ¿Quieres siquiera que lo intente? Pensaba que yo no era el único que deseaba poder abrazarnos más a menudo, pero tus palabras más que acercarnos parecen querer separarnos; y yo que ya he olvidado cómo huir de ellas, no puedo más que pedirte que me digas de una vez toda la verdad. TODA.

 Fmdo: el amor más desesperado,
Sankt

domingo, 27 de enero de 2013

¿Truco o trato?

 Hemos caído en el vicio de las conversaciones que mueren; de esas que se escapan de mi conciencia, de la necesidad de saber cómo estás; de esas que acaban con tu "Me alegro", y vuelven a nacer con mi "¿Qué tal?"

 Me mientes diciendo que todo va bien, pero no importa, yo también te miento. No creo que te fijes en mi respuesta siquiera, así que al menos tú sólo me engañas a mí. Yo sin embargo además de a ti, me engaño a mí mismo creyéndote a caso hecho para poder dejarte en paz tranquilamente, para pensar que ya he hecho por ti todo lo que podía. Aunque te fijases en mis respuestas, no necesitarías timarte para estar tranquilo: tus preocupaciones han viajado de las mías a las respuestas de otro.

 Arranco una página de mi diario, una página con complejo de avión de papel. Escribo en ella y le doy la forma que le hará la hoja de diario más triste del mundo. Me acerco con ella a la ventana. La abro. Y ahora por ahí suelto y sin rumbo, va volando un aeroplano buscando desesperado tu "Acepto". En él, tatuado:

 Te propongo un trato: tú te desenamoras de él y yo vuelvo a enamorarme de ti.

sábado, 26 de enero de 2013

Sólo en la azotea

 Aprieto entre mis labios el último cigarro del paquete. Lo enciendo torpe, muerto de frío. Me trago mis lágrimas en forma de humo; me deshago de mis ganas de llorar lanzándolo al aire, viendo cómo sube lentamente hasta formar parte de un cielo morado oscuro que me ignora, un mal amigo, que se niega a hacerme el favor de derrumbarse sobre mí.

 La Luna existe tímida tras las nubes, apenas ilumina, dándole a las que la tapan un rosa pastel que me da hambre, hambre de sonreír. Me alegro de que así sea, de que no pueda verla, porque hacerlo siempre me recuerda a ti, aunque oculta también lo esté haciendo.

 Consumo el cigarro como he consumido mis ganas de vivir: a penas sin darme cuenta. Lo tiro y lo piso. Y me aseguro de que esté bien apagado; no quiero que el incendio de rabia que ha abrasado mi cuerpo se propague a la azotea —intoxicando a los pocos que me quedan— de mis sentimientos.

viernes, 25 de enero de 2013

Pesadilla Eterna

Hoy me he despertado y mi casa estaba vacía.
Oscuridad mirase adonde mirase, 
silencio oyese adonde oyese, 
tristeza sintiese adonde sintiese.

Hoy me he despertado y mi casa estaba vacía.
Y mi cama no se acababa.
Y mis sábanas me ataban.
Y en mi sudor me ahogaba.

Hoy me he despertado y mi casa estaba vacía.
Persianas hasta abajo, frío hasta arriba.
Habitaciones cambiadas, yo perdido.
Y en el viejo reloj digital
de las 2:36 a las 2:35.

El hielo a mis pies, y en mis pies un mixto.
Mixto encendido, yo iluminado.
Un espejo reflejando mi yo vivo tumbado,
y yo que no era reflejo,
tirando el mixto asustado.

Realidad encendida, ojos abiertos como platos.
Oscuridad mirase adonde mirase,
silencio oyese adonde oyese,
tristeza sintiese adonde sintiese.

Hoy me he despertado y mi casa estaba vacía.
Hasta abajo las persianas, hasta arriba el frío.
Y en el viejo reloj digital

martes, 22 de enero de 2013

17+1

 De entre todas las verdades que no me quiero creer, la que más me pesa es la que me cuenta que ya tengo dieciocho años.

 Un día te levantas y te das cuenta de que se acabó el poder violar y matar a la gente por la calle e irte de rositas, de que tendrás que elegir de entre todos los delincuentes que optan a gobernar tu país al que mejor se haya vendido y mentido, de que se acabaron los descuentos por ser menor de edad y las excusas para cometer las irresponsabilidades más divertidas.

 Por más que me miro al espejo no encuentro tantos años por ningún lado, ¡pero si hace nada estaba yo haciendo el vago (como de costumbre) en el útero de mi señora madre! Abro entonces el baúl de los recuerdos (uuuh), ese que cada vez que me pierdo un poquito me recuerda quién soy. Ahora sí que veo los dieciocho por todas partes: en la foto de ese niño feliz en su primer cumpleaños, en los vídeos con la que fue mi compañera de infancia, en las cartas que alguna vez creí que significaban amistad verdadera, en el primer libro que me leí, en la pancarta gigante que me regalaron las primeras personas que de verdad han llegado a conocerme, en los sprays vacíos de graffiti con los que un día sellamos nuestro amor/odio, en todos los CDs piratas que tienen grabada la banda sonora original de mi vida...

 Increíble, realmente increíble. Casi no me he dado cuenta de que existo cuando ya han pasado los que estoy seguro que han sido los mejores años de mi vida. He sido feliz, he sido muy feliz, y todo gracias a vosotros, gente que me rodeáis (: papá, mamá, Dani, Pavillas, Alvaro, Gordas, etc.) y me aguantáis día a día, sacándome sonrisas. No sería nada sin vosotros, y que me haga un poquito más mayor no significa que deje de necesitaros, en absoluto. Ahora, ahora más que nunca os quiero a mi lado, para no olvidar jamás la mejor infancia y adolescencia que se puede tener, la que he tenido.

 Nadie se escribe a sí mismo por su cumpleaños, pero yo he creído que me lo merecía, porque soy genial; a mí manera, pero genial al fin y al cabo. Gracias Dios, Universo, Nada, o seas lo que seas que me has dado estas intensas e inmejorables dieciocho elípticas y exactas vueltas al Sol. Aunque ya haya conocido a la mujer más maravillosa del mundo (mi madre), al hombre más sabio y bondadoso (mi abuelo), a los mejores ángeles de la guarda (vosotras, sí, vosotras) y al amor de mi vida, sé que me queda por delante la más emocionante de las aventuras: el resto de mi vida; y sólo pido que sea la mitad de perfecta que la restante que dejo atrás.

                                             Feliz Cumpleaños. Felices 18.



sábado, 19 de enero de 2013

20 de Enero

19 de Enero, 2018; 23:23

 Llené de libros mi maleta, también de fotos tuyas de antes. Cogí un tren que no dormía.

20 de Enero, 2018; 5:26

 Y en el momento que vi tu mirada buscando mi cara, la madrugada del 20 de Enero saliendo del tren, me pregunté qué sería sin ti el resto de mi vida. Mi sonrisa te llamó y saltaste de andén en andén hasta llegar al 23. No sé cuánto tiempo estuvimos mirándonos así, como si encontrásemos uno en el otro el resumen de todo ese tiempo sin vernos. De repente y sin saber cómo, me encontré entre tus brazos, sano y salvo de nuevo después de tanto tiempo sin estarlo. Pude sentir nuestros corazones acelerados, como solía hacer hace años, aunque aquella vez la razón de esos latidos con prisa fuera bien diferente.

 Una vez que pude verte y repasar cada detalle de tu cara para descubrir que en el fondo seguías siendo el Alv de siempre, cogí el aire que tu perfume había conquistado y acto seguido te dejé descubrir el efecto que todo este tiempo sin ti había causado en mi voz:

—Te quiero.
—Te adoro.
—Y te vuelvo a querer.

 Sonreímos. Di gracias a la vida por enseñarme a ver las cosas de otra manera y hacer que no perdiera a la persona más importante de mi vida, a mi mejor amigo: tú. Aquél banco de aquél parque en el que una vez hicimos nuestro puzzle nos escuchó resumir con prisas tiempo de silencio. Todo mi vacío se llenó de aquellas palabras contando tu vida, y prometimos no volver a fingir olvidarnos uno al otro.

 Todos hemos confundido sentimientos, pero no a todos se le han dado infinitas oportunidades como me las has dado tú a mí. Escúchame bien, porque sé que le estoy hablando al mejor amigo que jamás he tenido y tendré: gracias. Y aunque se quede corto, demasiado, el resto te lo pienso devolver en forma de abrazos y favores (los que me pidas, de verdad), porque siento que te debo mucho...

 Eres sencillamente genial.
Siempre dispuesto a ser tu mejor amigo, Sankt.

P.D: Feliz 20 de Enero, grandullón.

No sé exactamente si eran mariposas, pero estaban ahí sin que yo las llamara; cada vez que te acercabas, ¡revoloteaban!. Eran tuyas pero estaban en mi estómago...

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.
"Mariposas en el estómago", vaya metáfora de mierda. Más bien parecen abejas asesinas.

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