No valoro el otoño hasta que no llega el invierno.
No valoro el invierno hasta que no llega la primavera
No valoro la primavera hasta que no llega el verano.
Y así con todas las personas
que van y vienen en mi vida
como las cuatro estaciones del año.
Pero a ti te valoré
desde tu solsticio hasta tu equinoccio,
desde tu boca hasta tus ojos.
Quise vivir eternamente en tu clima cálido:
en los ciclones de tu pelo,
las precipitaciones de tu mirada,
la temperatura de tu cuerpo,
la humedad de tus labios
y la presión de tus abrazos.
Amé desde el primer instante
abrigarme contra el frío de tus palabras,
desnudarme frente al calor de tu pecho,
el amanecer de tu cara en mi almohada;
la lluvia de caricias,
el viento de tu aliento en mi cara,
la escarcha de nuestro sudor congelada cada mañana
y el salitre de tu piel cubriendo mi cama.
A ti te valoré
desde tu equinoccio hasta tu solsticio,
desde tu sexo hasta tus vicios.
A ti te quise para siempre,
para que no acabaras nunca.
Pero supongo que no eres más que como otra estación del año:
siempre acabas pero siempre vuelves.