domingo, 12 de agosto de 2012

Luciérnagas

 Sankt abre los ojos y sonríe por dentro: le encanta estar soñando y ser consciente de ello. Parpadea abandonando su cuarto al cerrarlos y recibiendo al abrirlos una brisa fresca de primavera. Por la posición del sol deduce que es más o menos la misma hora que en la vigilia: entre las cuatro y cinco de la tarde.
 Como está tumbado, se incorpora un poco recostándose sobre su codo y costado derechos, mirando hacia la extensión infinita de aquel césped verde pistacho. Es el césped más claro y reluciente que ha visto jamás, y pese a que lo sueña cada día, no se cansa de contemplarlo, como esperando a que salgan a volar todas las luciérnagas que debe de haber escondidas superficialmente bajo tierra, esas que le dan ese brillo tan especial. Está pensando que eso nunca pasará —ya que las luciérnagas sólo se ven de noche y él siempre se sueña bajo el árbol de día— cuando escucha una voz a su espalda:
—Guapete —le llama Alv.
—¿Otra vez aquí? —le pregunta Sankt sin girarse, con una pequeña sonrisa interior. Sabía que vendría.
—Hoy te quedas sin abrazo por la espalda.
—Jo, que es broma grandullón. Anda ven a... —le pide mientras se da la vuelta para descubrir que está de pie, mirándolo desde arriba, con un bote en las manos— ¿qué es eso?
—Tú sabrás, no soy yo el que está soñando.
—Bah, suéltalo, veamos juntos florecer el árbol, como cada mañana y cada tarde.
 Alv le obedece, y ahora están tumbados boca arriba, bajo el árbol más grande que ninguno de los dos haya visto jamás, contemplando cómo florece, muy lentamente. Pasa la tarde, y Sankt acaba olvidando el árbol y centrándose en cada detalle de su amigo: su pelo, sus ojos, su nariz, su boca, su cuerpo, su piel... "Observarlo es para mis ojos hacer el amor" piensa. Y tras casi odiarse a sí mismo por haber pensado semejante cursilada, se tira sobre Alv y le abraza, intensa pero suavemente, como le gusta abrazarle sobre el césped. Se ríen, y el recién abrazado por sorpresa opta por una expresión seria para preguntarle a su amigo, que ahora está tumbado a su lado, mirándole fijamente a los ojos:
—¿Ves? Está oscureciendo, es casi de noche.
—Es verdad, es la primera vez que nos quedamos hasta tan tarde, ¿por qué será?
—Porque el tiempo pasa cada vez más rápido cuando estamos juntos —contesta Alv sonriendo.— Mira —añade señalando a las espaldas de Sankt, en dirección al césped.
 Sankt se gira y no puede creerlo: de repente el cielo se le antoja negro azabache, y el césped a sus pies brilla fluorescentemente. El brillo empieza a ascender hacia arriba en forma de miles de bichos nocturnos voladores, como puntitos de luz que quieren llegar a ser estrellas allí arriba, en el cielo. Y cuando lo consiguen y llenan la antes oscura cúpula celestial de infinitos puntos luminosos, Sankt cierra la boca, que se acaba de dar cuenta que tenía abierta, y se gira para compartir el asombro con su compañero de sueño. Alv no está, en su lugar está el bote que traía y una margarita que ha parecido querer compensar la huída. Enfadado por la ausencia de su despedida, aunque agradecido por el espectáculo que Alv le había ofrecido —sabía que sólo podía ser cosa suya, que esta vez no lo había creado él mismo— , Sankt coge la margarita y sin entender por qué, da lugar a la típica actividad de los enamorados de quitar uno a uno los pétalos de aquella flor, acompañando el juego con un absurdo y esperanzado "me quiere, no me quiere". Cuando quita el último pétalo, dejando aquella margarita desnuda, sube la vista a la noche estrellada con los ojos empapados: no le quiere.
 Entonces algo se mueve allí arriba, entre las estrellas: es una estrella fugaz. Sankt le pide llorando lo único que puede desear ahora mismo. Nunca ha creído en el amor revelado por una margarita, o en los deseos concedidos por estrellas fugaces, y menos por las de un sueño. Pero esta vez el sueño se le antoja tan real que le duele. En mitad del concierto de sollozos, Sankt descubre que la estrella a la que le ha pedido con todas sus fuerzas, está cada vez más cerca. Se da cuenta entonces, de que se ha materializado de nuevo en una brillante luciérnaga que se acerca a él, más flotando que volando. Sin perderla de vista, tantea el césped a su lado, buscando el bote que Alv había traído consigo al sueño. Una vez que lo tiene, encierra sin dificultad alguna al insecto luminoso. Se tumba en el césped, ahora apagado, y abraza llorando su brillante deseo encerrado, decidido a no soltarlo hasta haberlo cumplido.

"Buenas noches, grandullón" suspira.





Ser como yo (Welcome to my life - Simple Plan)

 ¿Alguna vez has sentido que te derrumbas? ¿Alguna vez te has sentido fuera de lugar; simplemente como si todo se tratase de algo a lo que no perteneces, y nadie te entiende? ¿Alguna vez has querido escapar? ¿Te encierras bajo llave en tu dormitorio con la radio encendida y el volumen tan alto como para que nadie oiga tus gritos?

 No, no sabes cómo es sentir que nada va bien. No sabes cómo es ser como yo: estar herido, sentirse perdido, estar abandonado en la oscuridad. Sentirte pateado cuando caes deprimido, sentir que te han empujado. Estar a punto de romperte y que no haya nadie ahí para salvarte... No, no sabes cómo es. Bienvenido a mi vida.

 ¿Quieres ser otra persona? ¿Estás cansado de sentirte tan rechazado? ¿Estás desesperado por encontrar algo más antes de que se acabe tu vida? ¿Estás atrapado dentro de un mundo que odias? ¿Estás cansado de todos los que te rodean, con sus enormes sonrisas falsas y estúpidas mentiras, mientras por dentro estás sangrando?

 No, no sabes cómo es sentir que nada va bien. No sabes cómo es ser como yo: estar herido, sentirse perdido, estar abandonado en la oscuridad. Sentirte pateado cuando caes deprimido, sentir que te han empujado. Estar a punto de romperte y que no haya nadie ahí para salvarte... No, no sabes cómo es. Bienvenido a mi vida.

 A ti nadie te miente a la cara, nadie te apuñala por la espalda. Debes de pensar que soy feliz, pero no, no estoy bien. A ti los demás siempre te han dado lo que querías. No te has tenido que ganar nada, lo has tenido todo siempre ahí. No, no sabes cómo es...

Estar herido, sentirse perdido, estar abandonado en la oscuridad. Sentirte pateado cuando caes deprimido, sentir que te han empujado. Estar a punto de romperte y que no haya nadie ahí para salvarte... No, no sabes cómo es.

Bienvenido a mi vida.



Sólo amigos

¿Acaso no era eso lo que siempre había pedido: ser su amigo durante el resto de su vida? Pues ahí lo tenía.

 Para cuando pudo darse cuenta, Sankt le había confesado a su amigo todo lo que sentía por él, o casi todo.
Alv se había encargado de casi obligarle a que se lo contara, llevaba tiempo sospechando. Y cuando la verdad, o casi toda la verdad fue dicha, Sankt no supo qué hacer, qué decir. Sentía que perdería todo lo que tenía: su mejor amigo. Pero, como no podía ser de otra manera, Alv tomó las riendas de la situación y se encargó de borrarle a Sankt todos sus miedos.
 "Creo que no hay cosa peor a que tu amor no correspondido te trate tan bien, te asegure no cambiar nada en vuestra actual relación, te prometa no abandonarte pase lo que pase" pensó Sankt una vez que la conversación se dio por finalizada con una de sus falsas sonrisas que Alv le había forzado a esbozar.

 Sólo amigos. Eso sería para él el resto de su vida: su amigo, como mucho. No había cosa que aliviase y doliese tanto a la vez como saber que él estaría siempre a su lado, pero que jamás podría amarlo. Antes tenía dos razones por las que vivir, dos metas por las que luchar y alcanzar, y ahora sólo le quedaba una: que Alv fuese feliz cada minuto de su vida.

No sé exactamente si eran mariposas, pero estaban ahí sin que yo las llamara; cada vez que te acercabas, ¡revoloteaban!. Eran tuyas pero estaban en mi estómago...

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.
"Mariposas en el estómago", vaya metáfora de mierda. Más bien parecen abejas asesinas.

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