martes, 28 de enero de 2014

A mi felicidad favorita

Me desabrocho la camisa como nunca antes me la había desabrochado: deseando que fuera tu cuerpo el que desnudo o tus manos las que me estuvieran desnudando a mí. Me quito los pantalones como nunca antes me los había quitado: sintiendo un escalofrío que me recuerda a lo que siento cada vez que pienso en que puedo perderte. Me meto en la cama como nunca antes me había metido: esperando encontrarme entre las sábanas tu piel desnuda y tus calcetines de colores. Y una vez dentro me pongo a llorar como nunca antes había llorado: de felicidad.

Porque sí. Porque tú. Porque nosotros.

Hasta hace poco no sabía lo que era tener los ojos vidriosos, ni mariposas en el estómago, ni alguien que solucionara con dos palabras mis días catastróficos. Tampoco sabía que media hora en tren podría significarme una eternidad al saber que al llegar a la estación estarás tú esperando, o un instante si es a tu lado.

Jamás pensé que me importaría tan poco que alguien poseyera el monopolio de mi felicidad. Ni que tus palabras desembocarían en mis lágrimas de alegría y los momentos junto a ti en perfección hecha realidad.

Hasta ahora pensaba que los príncipes azules no existían y que el amor perfecto sólo se encontraba en los libros, pero en ti no puedo ver más que azul y azul por todas partes; y no sé si es amor pero sé que leería nuestra historia una y otra vez y que deseo que nunca acabe.

Gracias por descubrirme una vida en la que mis principales propósitos son pasar la mayor parte del tiempo contigo y hacerte la persona más feliz del mundo; una vida en la que tus abrazos me protegen de las bombas de la realidad y tus besos consienten mis ganas de volar; en la que tu corazón latiendo a toda prisa junto al mío es lo único que necesito para saber que todo va bien y en la que 8 letras bien ordenadas y dichas sinceramente por ti son la respuesta a lo que hasta ahora eran todos mis porqués sin resolver.

Ya muchos habían conseguido que creyera que les quería pero tú me has convencido. Y nunca antes alguien me había hecho creer que valgo algo, que tengo cosas buenas y que puedo sentirme guapo. Ése es el mejor regalo que nunca me han hecho. Y aún no te diré qué siento, pero te adelanto que ya no te quiero; que nos quiero; y que me quiero cuando estoy contigo.

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No sé exactamente si eran mariposas, pero estaban ahí sin que yo las llamara; cada vez que te acercabas, ¡revoloteaban!. Eran tuyas pero estaban en mi estómago...

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.
"Mariposas en el estómago", vaya metáfora de mierda. Más bien parecen abejas asesinas.

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