domingo, 27 de enero de 2013

¿Truco o trato?

 Hemos caído en el vicio de las conversaciones que mueren; de esas que se escapan de mi conciencia, de la necesidad de saber cómo estás; de esas que acaban con tu "Me alegro", y vuelven a nacer con mi "¿Qué tal?"

 Me mientes diciendo que todo va bien, pero no importa, yo también te miento. No creo que te fijes en mi respuesta siquiera, así que al menos tú sólo me engañas a mí. Yo sin embargo además de a ti, me engaño a mí mismo creyéndote a caso hecho para poder dejarte en paz tranquilamente, para pensar que ya he hecho por ti todo lo que podía. Aunque te fijases en mis respuestas, no necesitarías timarte para estar tranquilo: tus preocupaciones han viajado de las mías a las respuestas de otro.

 Arranco una página de mi diario, una página con complejo de avión de papel. Escribo en ella y le doy la forma que le hará la hoja de diario más triste del mundo. Me acerco con ella a la ventana. La abro. Y ahora por ahí suelto y sin rumbo, va volando un aeroplano buscando desesperado tu "Acepto". En él, tatuado:

 Te propongo un trato: tú te desenamoras de él y yo vuelvo a enamorarme de ti.

sábado, 26 de enero de 2013

Sólo en la azotea

 Aprieto entre mis labios el último cigarro del paquete. Lo enciendo torpe, muerto de frío. Me trago mis lágrimas en forma de humo; me deshago de mis ganas de llorar lanzándolo al aire, viendo cómo sube lentamente hasta formar parte de un cielo morado oscuro que me ignora, un mal amigo, que se niega a hacerme el favor de derrumbarse sobre mí.

 La Luna existe tímida tras las nubes, apenas ilumina, dándole a las que la tapan un rosa pastel que me da hambre, hambre de sonreír. Me alegro de que así sea, de que no pueda verla, porque hacerlo siempre me recuerda a ti, aunque oculta también lo esté haciendo.

 Consumo el cigarro como he consumido mis ganas de vivir: a penas sin darme cuenta. Lo tiro y lo piso. Y me aseguro de que esté bien apagado; no quiero que el incendio de rabia que ha abrasado mi cuerpo se propague a la azotea —intoxicando a los pocos que me quedan— de mis sentimientos.

viernes, 25 de enero de 2013

Pesadilla Eterna

Hoy me he despertado y mi casa estaba vacía.
Oscuridad mirase adonde mirase, 
silencio oyese adonde oyese, 
tristeza sintiese adonde sintiese.

Hoy me he despertado y mi casa estaba vacía.
Y mi cama no se acababa.
Y mis sábanas me ataban.
Y en mi sudor me ahogaba.

Hoy me he despertado y mi casa estaba vacía.
Persianas hasta abajo, frío hasta arriba.
Habitaciones cambiadas, yo perdido.
Y en el viejo reloj digital
de las 2:36 a las 2:35.

El hielo a mis pies, y en mis pies un mixto.
Mixto encendido, yo iluminado.
Un espejo reflejando mi yo vivo tumbado,
y yo que no era reflejo,
tirando el mixto asustado.

Realidad encendida, ojos abiertos como platos.
Oscuridad mirase adonde mirase,
silencio oyese adonde oyese,
tristeza sintiese adonde sintiese.

Hoy me he despertado y mi casa estaba vacía.
Hasta abajo las persianas, hasta arriba el frío.
Y en el viejo reloj digital

martes, 22 de enero de 2013

17+1

 De entre todas las verdades que no me quiero creer, la que más me pesa es la que me cuenta que ya tengo dieciocho años.

 Un día te levantas y te das cuenta de que se acabó el poder violar y matar a la gente por la calle e irte de rositas, de que tendrás que elegir de entre todos los delincuentes que optan a gobernar tu país al que mejor se haya vendido y mentido, de que se acabaron los descuentos por ser menor de edad y las excusas para cometer las irresponsabilidades más divertidas.

 Por más que me miro al espejo no encuentro tantos años por ningún lado, ¡pero si hace nada estaba yo haciendo el vago (como de costumbre) en el útero de mi señora madre! Abro entonces el baúl de los recuerdos (uuuh), ese que cada vez que me pierdo un poquito me recuerda quién soy. Ahora sí que veo los dieciocho por todas partes: en la foto de ese niño feliz en su primer cumpleaños, en los vídeos con la que fue mi compañera de infancia, en las cartas que alguna vez creí que significaban amistad verdadera, en el primer libro que me leí, en la pancarta gigante que me regalaron las primeras personas que de verdad han llegado a conocerme, en los sprays vacíos de graffiti con los que un día sellamos nuestro amor/odio, en todos los CDs piratas que tienen grabada la banda sonora original de mi vida...

 Increíble, realmente increíble. Casi no me he dado cuenta de que existo cuando ya han pasado los que estoy seguro que han sido los mejores años de mi vida. He sido feliz, he sido muy feliz, y todo gracias a vosotros, gente que me rodeáis (: papá, mamá, Dani, Pavillas, Alvaro, Gordas, etc.) y me aguantáis día a día, sacándome sonrisas. No sería nada sin vosotros, y que me haga un poquito más mayor no significa que deje de necesitaros, en absoluto. Ahora, ahora más que nunca os quiero a mi lado, para no olvidar jamás la mejor infancia y adolescencia que se puede tener, la que he tenido.

 Nadie se escribe a sí mismo por su cumpleaños, pero yo he creído que me lo merecía, porque soy genial; a mí manera, pero genial al fin y al cabo. Gracias Dios, Universo, Nada, o seas lo que seas que me has dado estas intensas e inmejorables dieciocho elípticas y exactas vueltas al Sol. Aunque ya haya conocido a la mujer más maravillosa del mundo (mi madre), al hombre más sabio y bondadoso (mi abuelo), a los mejores ángeles de la guarda (vosotras, sí, vosotras) y al amor de mi vida, sé que me queda por delante la más emocionante de las aventuras: el resto de mi vida; y sólo pido que sea la mitad de perfecta que la restante que dejo atrás.

                                             Feliz Cumpleaños. Felices 18.



sábado, 19 de enero de 2013

20 de Enero

19 de Enero, 2018; 23:23

 Llené de libros mi maleta, también de fotos tuyas de antes. Cogí un tren que no dormía.

20 de Enero, 2018; 5:26

 Y en el momento que vi tu mirada buscando mi cara, la madrugada del 20 de Enero saliendo del tren, me pregunté qué sería sin ti el resto de mi vida. Mi sonrisa te llamó y saltaste de andén en andén hasta llegar al 23. No sé cuánto tiempo estuvimos mirándonos así, como si encontrásemos uno en el otro el resumen de todo ese tiempo sin vernos. De repente y sin saber cómo, me encontré entre tus brazos, sano y salvo de nuevo después de tanto tiempo sin estarlo. Pude sentir nuestros corazones acelerados, como solía hacer hace años, aunque aquella vez la razón de esos latidos con prisa fuera bien diferente.

 Una vez que pude verte y repasar cada detalle de tu cara para descubrir que en el fondo seguías siendo el Alv de siempre, cogí el aire que tu perfume había conquistado y acto seguido te dejé descubrir el efecto que todo este tiempo sin ti había causado en mi voz:

—Te quiero.
—Te adoro.
—Y te vuelvo a querer.

 Sonreímos. Di gracias a la vida por enseñarme a ver las cosas de otra manera y hacer que no perdiera a la persona más importante de mi vida, a mi mejor amigo: tú. Aquél banco de aquél parque en el que una vez hicimos nuestro puzzle nos escuchó resumir con prisas tiempo de silencio. Todo mi vacío se llenó de aquellas palabras contando tu vida, y prometimos no volver a fingir olvidarnos uno al otro.

 Todos hemos confundido sentimientos, pero no a todos se le han dado infinitas oportunidades como me las has dado tú a mí. Escúchame bien, porque sé que le estoy hablando al mejor amigo que jamás he tenido y tendré: gracias. Y aunque se quede corto, demasiado, el resto te lo pienso devolver en forma de abrazos y favores (los que me pidas, de verdad), porque siento que te debo mucho...

 Eres sencillamente genial.
Siempre dispuesto a ser tu mejor amigo, Sankt.

P.D: Feliz 20 de Enero, grandullón.

Déjalo

 No hace falta que te jure, querido compañero, que no debo quererte y que sin embargo te quiero. No me crees cuando te digo que no necesitas a nadie para ser feliz, que el camino más rápido al amor es no buscarlo. ¿Cómo crees que llegaste tú a mi vida?

 Perdónate, deja de pensar, y que los sentimientos lleguen solos. Al igual que te encontré dejando de buscarte, te olvidé dejando de tratar de olvidarte. Deja de preocuparte por vivir, y empieza a vivir de verdad. Deja de fijarte en quién soy y empieza a sentir mis palabras. Intenta olvidar por completo los momentos a mi lado, quizás así recuerdes que estuve dispuesto a dar mi vida porque fueses feliz. A mí me basta con que me pidas que intente odiarte, para volver a amarte.

 Tú necesitas encontrar al amor de tu vida, yo necesito quedarme dormido y no despertar jamás; soñemos juntos la canción más bonita del mundo. Juguemos a que tú me quieres y yo me lo creo.

martes, 15 de enero de 2013

Besos salados

 Se apoyaba torpe en la moto, que era fea y triste como él. Más de una vez me hubiese gustado quedarme durante días observándole así, echado en el cristal frío de mi ventana, disfrutando de su pensar fingido; pero sabía que abajo me esperaban sus labios, y las ganas de creer que era feliz podían con mi curiosidad, con el misterio que se me antojaba su inexplicable belleza. Me bebía las escaleras temiendo llegar a su encuentro y descubrir que la lluvia de Abril lo había arrastrado hasta el estanque en el que empezamos a odiarnos. Se miraban nuestros ojos y sin nuestro consentimiento se dibujaban nuestras sonrisas. No podía evitar acabar con los 3 metros que separaban mi puerta de sus abrazos de cuero. Sin dejar de abrazarme me subía en su moto sin que me diera cuenta, y alzaba el vuelo. Cabezas sin casco. El camino a su casa era la excusa perfecta para explicar nuestras lágrimas. Lleno el depósito, vacíos nosotros. Su corazón le preguntaba a mi cara en su espalda por qué no amaba a su dueño, al igual que amaba cada segundo perfecto a su lado; el espejo retrovisor me chivaba que él se hacía la misma pregunta. A veces nos bajábamos, a veces no. Cuando lo hacíamos culpábamos al viento de la humedad que acusaba nuestros ojos y entrábamos al pórtico de su bloque de pisos, para resguardarnos de la realidad. Nos mirábamos confiando en que el silencio precipitaría la penumbra que nos limitábamos a esperar sentados uno frente al otro.

 Llegaba al fin la noche, y matábamos con besos de horas la tristeza de toda una vida, a oscuras en su portal. El nudo pasaba de nuestras gargantas a nuestras lenguas. Paseaba la suya por toda mi línea de dientes, divertido y sensual. Nos comíamos uno al otro, matándonos aún más del hambre. Nos mordíamos, nos bebíamos, nos llenábamos. A veces no distinguía su boca de la mía. Nuestros labios se despedían con caricias con prisa que se atropellaban, desembocando en otro beso que se negaba a acabar.

 Nos dijeron que la vida era corta, pero nosotros seguimos besándonos, aún sabiendo que nuestros relojes se dispararían. Solíamos amanecer casi dormidos, boca con boca, pensando que no habían pasado más que cinco, quizás diez minutos. Todavía creo que nos besábamos soñando y despertábamos besando; aún no sé si la comisura de sus labios se convertía en mi almohada, o mi almohada me traía falso cada momento. Me gustaría saber si la última vez fue real o sólo un sueño, aunque sus labios supieron tan reales como sus palabras, sí es cierto menos amargos:

 Creo que la forma más triste de vivir es no tener en tu mano el poder de hacer feliz a la persona a la que amas. 

 Nunca unos besos supieron tan salados.

domingo, 13 de enero de 2013

Un Pokémon evolucionando y un Pollo excavador

Querido tú, o yo (ambos sabemos que al fin y al cabo viene a ser lo mismo):

 Se comenta por ahí que todo ha cambiado y seguirá cambiando, y que tanto cambio ha acabado por cambiarte a ti también. Todo lo que tengo para decirte es: bienvenido, amigo, a la vida misma, a la cruda realidad: cambios, ilusiones, cambios, decepciones, cambios, conformismos, cambios, etc., y así.

 Dices que estás cansado de miles de cosas que te hacen pensar en un final, en huir, en tirarte a la cama y hundir tu cara en la almohada; que ni si quiera eso te sale, que te has olvidado de cómo llorar. Enhorabuena, lo has conseguido, has pasado de nivel. Puede sonar cómico, pero hablo completamente en serio. ¿Acaso conoces a algún pokémon que sin nada de entrenamiento y desde el principio fuera del nivel 40? No, claro que no.

 Te diré que no eres más frío, ni más piedra, ni has dejado de ser persona. Tu cuerpo no miente: sigues siendo tú, sólo que un poco más fuerte. Y prepárate, porque aún nos queda mucho camino y muchos niveles de los que subir. Sí, he dicho "nos", porque entre todos esos cambios que han sucedido en tu vida estoy yo, y pienso ser un cambio de los que llegan para no irse; un cambio que no cambia, que se queda para siempre.

 No eres inútil. Bueno, sí, un poco sí, porque a los 17 años hay que poner el piloto automático y dejarse llevar un poco, y tú pretendes llevar el control más de lo que puedes y debes. Deja de reflexionar, de darle importancia a lo que los demás opinan de ti. Para de mirarte a ti mismo y empieza a serlo. Quítate de una vez el sombrero de pensar. Prueba a hacer sin querer lo que quieres de verdad. Eso es, mírame, di tu nombre en voz alta. Quítate de una vez las gafas de intelectual, el cristal deja ver cuánto lloras ahí detrás. (...) Quítate de una vez los zapatos de escapar, siente el suelo en tus pies, es momento de avanzar. Eso es, ponte en pie, quiero oír cómo te llamas.

 Tengo una pala con forma de momentos a tu lado para vaciar esos huecos que te hacen sentir vacío y que ahora se están llenando de odio, sufrimiento, incomprensión y soledad para volver a llenarlos de lo que un día estuvieron a tope: amistad, alegría, fuerza, amor (aunque esto último no me corresponde a mí, sabes que cuentas con la excavadora perfecta: ella) Hoy te apetece ser feliz, lo que no sospechas es que a mí también, y que juntos vamos a conseguirlo.

 Es curioso, porque ahora mismo a ti sólo te apetece un abrazo; y a mí, sólo me apetece abrazarte.







P.D: Tú simplemente eres raro, pero no te preocupes, yo también lo soy, y no se está tan mal.

viernes, 11 de enero de 2013

Un mal sabor de boca

 Dicen que te cansas de todo el mundo, que no es porque sea yo; que vas pasando por la gente y sin darte cuenta la vas dejando atrás. No sé si me duele más el no haber sido capaz de hacer que quisieras quedarte conmigo o el simple hecho de pertenecer a esa "gente", de no haber sido algo más que eso para ti, como tú lo has sido para mí (de hecho para mí lo eres todo, todo menos gente)

 El silencio ha sido mi última elección. ¿Los resultados? Tú vives tu vida feliz, y yo vivo la mía... bueno, yo vivo la mía. Te he dejado en paz, pero no he parado ni un segundo de pensar en ti. Ya no te recuerdo todos los días que te quiero. De hecho, creo que ya no te quiero, al menos no como antes. Y... ¿sabes? Si vas a volver para volver a irte, no quiero que vuelvas. Una cosa es que me muera por ti y otra muy diferente que esté dispuesto a pasar otra vez por algo que cada día me resulta más imposible: olvidarte.

 He estado a punto de aceptar que te estoy perdiendo y no hay remedio, pero justo entonces me he dado cuenta de que eres tú quien me está perdiendo a mí, quien está perdiendo la oportunidad de ser la persona más amada del mundo; con la diferencia de que tú con un "quédate conmigo" me ganas para siempre y a ti no hay manera de ganarte. Si supieras lo feliz que podría hacerte si me dejases...

 Nadie va a ser capaz de quererte como te quiero yo. Y yo no voy a ser capaz de querer a nadie como te quiero a ti. Tenlo claro. Encuentra a otra persona que esté dispuesta a hacer lo que yo estoy dispuesto a hacer por ti y sé feliz. Yo mientras tanto voy llorando cada día un poco menos al pensar en lo que nos estamos perdiendo, con miedo a que llegue el momento en el que no sienta pena alguna de no volver a subir a ese autobús que algún día me llevó a tus abrazos; porque entonces tú me habrás perdido para siempre, y el Universo habrá perdido al mayor amor jamás sentido y por sentir. ¿Yo? Yo ya perdí todo cuando decidí ganarte a ti.

Recuerda:

 Eres ese mal sabor de boca que te queda después de haberla tenido llena de tu comida favorita y seguir con hambre: me apeteces pero si no voy a volver a probarte, quiero olvidar ya tu sabor.

 TÚ DECIDES

domingo, 6 de enero de 2013

Sangre, frío y abrazos

"Ver amanecer desde el cielo debe de ser increíble" me digo despierto pero temeroso de abrir los ojos debido a la claridad que acusan mis párpados. "¿Lo he conseguido?, ¿estoy ya en el cielo?, ¿quizás en el infierno?"

 Abro los ojos. La luz duele. Parpadeo. El cielo se asemeja bastante a una habitación de hospital y Dios a un enfermero guapo, el más guapo del hospital, el de siempre... Quizás sea un ángel. Quizás... Un momento. No estoy en el cielo, sigo vivo. Sigo vivo... Maldita sea. Lloro en silencio.

 Trato de incorporarme, pero la espalda me quema y tengo las manos atadas a la camilla. No, no están atadas a la camilla, sólo están vendadas. Vuelvo a intentar levantarlas, consciente de su libertad. No puedo. No siento las muñecas. Quiero levantarme y no puedo. Vuelvo a llorar y esta vez no es en silencio.

El enfermero que me escucha viene en seguida. Silencio mi llanto y le quito la mirada, que me busca constantemente. Me seca las lágrimas y me siento casi violado de no poder evitarlo. Finalmente sus manos bañándose en mi cara me resultan agradables y cariñosas, y opto por devolverle la mirada. Si pudiera mover las manos yo también le secaría a él las lágrimas.

—Me desafías.

 Si no hubiese olvidado cómo hablar contestaría "¿qué?". La expresión de su cara, ¿es sólo pena o algo más? Me canso. Cierro los ojos.

 Creo que estoy dormido cuando sus labios tocan los míos. Cualquiera diría que es un beso, pero no es un beso. ¿Por qué no giro la cabeza? Justo antes de que desee que se separe de mí, lo hace. Abro los ojos y me encuentro los suyos tan cerca que me asusto. El suspiro que delata mi cobardía me devuelve el aire que se había llevado su boca.

—Cuando empiezo a creer que eres feliz, apareces otra vez por aquí.
—¿Quién eres? —pregunto propinando una muestra más de mi sutil bordería.
—Soy Ángel, el enfermero de las otras tres veces. Esta última me ha sorprendido, no es tu estilo—. La tranquilidad con la que habla del tema me estremece.
—Ya... —es todo lo que acierto a responder—. Nos quedamos más de diez minutos de reloj mirándonos, hablando en silencio de algo que aún no tengo muy claro.
—Vuelve a intentarlo y te mato —acaba por decir.
—Trato hecho.

 Reímos. Se marcha y mi aburrimiento descubre la pulsera de Alv en la papelera que hay junto a mi camilla. Está empapada de... Bueno, está empapada. Me lanzo a cogerla olvidando que no puedo moverme. ¿El resultado?: un viaje gratuito al suelo helado. El golpe no ha dolido. Supongo que tengo fiebre porque el frío de las losas sobre las que estoy ahora desparramado me alivia.

 Pienso en él, como no podría ser de otro modo. Y el delirio de la fiebre me trae más reales que nunca sus abrazos.

—Tranquilo, enano.
—Tengo miedo, protégeme —. Alv no contesta.
—Tengo miedo, protégeme —repito.

 Quiero que conteste "Te protejo, estoy contigo. Te quiero", pero mi imaginación tiene unos límites. El silencio me devuelve las lágrimas; y cuando estas se acaban, el sueño.

No sé exactamente si eran mariposas, pero estaban ahí sin que yo las llamara; cada vez que te acercabas, ¡revoloteaban!. Eran tuyas pero estaban en mi estómago...

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.
"Mariposas en el estómago", vaya metáfora de mierda. Más bien parecen abejas asesinas.

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