viernes, 30 de mayo de 2014

Los dormitorios también tienen sentimientos

Hoy salgo por última vez por esta puerta, ésa que tantas veces hemos cerrado con llave para estar aislados del mundo. Miro las vistas a través de las ventanas que solíamos empañar en invierno e intento no olvidarme de ellas, aunque sean una mierda. Acaricio la cama en la que nos dimos nuestro primer beso; cierro los ojos y puedo volver a sentir tus labios torpes jugando con los míos. Sonrío. No echaré de menos este maldito zulo de dos metros cuadrados en el que me he sentido más libre que nunca, no mientras tú sigas ahí para hacerme amar cada puerta y cada ventana y cada cama nueva en la que duerma; no mientras estés dispuesto a conquistar conmigo cada dormitorio de este planeta. Respiro la última bocanada del ambiente rancio y cargado de la que ya no volverá a ser la habitación más pequeña del mundo. No sé si doy una vuelta sobre mí mismo o ella la da sobre sí misma, pero todo me da vueltas. Me agarro fuerte a la maleta y salgo decidido por la puerta, me giro ya desde fuera y con un silencio me despido de las cuatro paredes que me vieron hacer el amor por primera vez; y sólo ellas, tú y yo, sabremos que fue contigo.

No sé exactamente si eran mariposas, pero estaban ahí sin que yo las llamara; cada vez que te acercabas, ¡revoloteaban!. Eran tuyas pero estaban en mi estómago...

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.
"Mariposas en el estómago", vaya metáfora de mierda. Más bien parecen abejas asesinas.

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- Ligia García y García