domingo, 26 de agosto de 2012

Guapo

Despierto y miro al otro lado de mi cama: el lado vacío que deberías haber ocupado tú cada mañana desde el momento en el que te conocí y que deberías ocupar durante el resto de mi vida. No estás ahí, como de costumbre. Entonces decido cambiar las lágrimas que suelen intentar llenar el vacío que tú dejas por una sonrisa imprevista mientras cierro los ojos tratando de materializarte junto a mí. Empiezo por tu pelo:

 Ese pelo no es normal. Incluso antes de saber tu nombre ya me parecía algo mágico. Al igual que yo de ti, mis dedos se han enamorado de él; al igual que yo a ti, desean abrazarlo cada segundo que son conscientes de su existencia; y como yo por ti, se mueren por perderse en él y no encontrar la salida. Ahora puedo ver tu pelo, sin poder evitar la tristeza de que sólo sea una ilusión.

 Tus ojos. ¿Qué voy a hacer con tus ojos? Mirarlos mientras me miran me paraliza y empuja al borde del infarto. Sin embargo no quiero liberarme de ellos; y como querer es poder, no puedo liberarme de ellos. Atrapan a los míos sin escapatoria. Más que atraparlos, los pasean felizmente por tu mirada, que desconfiada, acecha constantemente a la mía, por si algún día (ilusa) se me olvidara cuánto te amo. Las mariposas que ahora revolotean casi más fuerte que nunca en mi estómago me hacen darme cuenta de que bajo tu pelo, puedo ver tus ojos. Te siento tan real que me estremezco, y por un momento tengo miedo, no sé si a mi locura, o de perderte.

 Tu nariz: pensarla y sonreír es inevitable. La de besos de esquimal que la mía le tiene guardados. Ojalá algún día pueda dárselos todos uno a uno, matando de envidia a mi boca.

 Hablando de bocas, ¿existe pasaporte a la gloria más perfecto e imposible que tus labios? Para mí mirarlos siempre ha sido como besarlos, al fin y al cabo, es lo más cerca que estaré de hacerlo. Y entonces, aparece detrás de ellos la mejor y más bonita de las sorpresas: tu sonrisa. Malditas palabras, no me alcanzan para describirla. Tendré que definirla con lo más parecido que encuentro a lo que siento cuando sonríes: felicidad.

Y ya está, ahí, mirándome como sólo tú sabes hacerlo, tu cara sobre la almohada. No quiero arriesgarme a morir de deseo proyectando tu cuerpo tumbado junto al mío, así que me limito a imaginar que está ahí y pensar en tu mano con tus dedos buscando la mía con los suyos. No puedo evitar sentir una fuerte presión en el pecho cuando ambas se unen entrelazándolos. La presión baja por mi cuerpo convirtiéndose en alivio, en protección. Es entonces cuando sonrío, qué dedos tan cortos. ¿Cómo unas manos tan pequeñas y adorables pueden sostener un corazón tan cargado de amor y espinas? Creo que mi corazón nunca había estado en mejores manos, así que agarro fuerte la tuya, necesito que no lo dejes caer jamás. Ahora puedo notar otro latiendo casi al ritmo que el mío y junto a él, entonces nos descubro abrazados. Soy feliz por primera vez después de mucho tiempo.

 Tras las lágrimas de rabia al pensar que sólo eres producto de mi imaginación, encuentro mis ojos reflejados en los tuyos, y un poco más abajo tu sonrisa. Mientras tu pelo llena mi almohada de tu falso aroma, mis labios se preparan para decir lo único que pueden decir en este momento: "guapo". Y con aquella verdad universal, se esfuma mi mentira favorita: tu presencia.


viernes, 24 de agosto de 2012

Café con sal

Sankt observa apoyado en el frigorífico la taza del café con sal que anoche le hizo vomitar todas aquellas pastillas. No se entiende. "Idiota, la próxima vez intenta hacerlo de manera que no haya vuelta atrás" se dice en voz alta. Vuelve a mirar la foto de Alv con el otro. Se les ve tan felices que llorar se le antoja egoísta. Por desgracia conoce a "el otro". Sabe que les saldrá bien, que estarán juntos por mucho tiempo. También sabe que aunque les salga mal nada cambiará. "Solo amigos" en su cabeza y esta vez sí lágrimas que gritan un "¡no puedo más!" desesperado y mudo.
 Sankt vuelve a la cama. Lleva más de una semana sin dormir y sabe que hoy tampoco lo hará, pero al menos descansará de todo ese dolor de cabeza que le persigue cuando está levantado. Está en la cama noche y día porque es lo más parecido que encuentra a estar muerto. Quiere estarlo y ya no le impresiona pensarlo, ni siquiera decirlo. ¿De qué le sirve la vida si no la vive con él? Ya nada ni nadie que no sea Alv le importa. "Estás enfermo" le dice su voz interior.
 Entonces, tumbado, reflexiona: "Si pudiera elegir, no elegiría que me amase, sólo no amarlo yo a él. Sé que el otro puede hacerle mucho más feliz. Doy gracias a la vida por haberlo puesto en su camino. Ahora que lo tiene a él, empiezo a sobrar. La verdad es que siempre he sobrado en el mundo de Alv, y en definitiva, en este mundo. Mi cobardía es un castigo que me obliga a quedarme encerrado aquí, en vida... Un momento, ¿acaso no gasté ayer todo el café que quedaba?" Sankt se levanta y se dirige a la cocina.

jueves, 16 de agosto de 2012

Buenos días

 Alv abre los ojos, y casi antes de poder ni siquiera darse cuenta de dónde está, escucha la voz de Sankt.
—Buenos días, grandullón.
 Están en su cuarto, en la cama. Él está tumbado sobre su amigo, que juega con su pelo, y de vez en cuando le acaricia la cara para comprobar si ésta se encuentra libre de lágrimas.
—¿Qué haces aquí, Sankt?
—Quería asegurarme de que ya que no dormías, no lo hicieras solo.
—¿Llevas toda la noche aquí, despierto conmigo?
—Por supuesto. Tu pelo causa adicción, ¿sabías? —contesta Sankt riendo.
—Pero...

 Alv está confuso, quizás le cueste tanto pensar por la falta de horas de sueño. Entonces lo recuerda: ayer le había contado qué le pasaba a su amigo. No había servido de mucho, en realidad sólo para hacer que Sankt se quedara despierto toda la noche con él.
—Si quieres me puedo ir ya, pero tú deberías descansar un poco. Todavía puedes dormir algo —le dice Sankt al notar que no se encuentra muy cómodo.
—No, si no... —responde Alv, sin acertar a decir nada coherente, sin ni siquiera ser capaz de pensarlo.
—Está bien —exclama Sankt con energía—, me avisas cuando despiertes, ¿vale? —. Y se levanta de la cama suavemente, dejando la cabeza de Alv sobre la almohada, que hasta ahora había sido él.
—Gracias.
—¿Qué? Anda, anda. No digas tonterías y hazme un favor: deja de pensar y trata de dormir, en serio.

 Sin darle tiempo para contestar, su amigo desaparece, entonces Alv como respuesta decide hacerle caso y cerrar los ojos para dormir, sin pensar. Cuando los abre se da cuenta de que sorprendentemente lo ha conseguido, ya que la luz que entra por la ventana como única iluminación ha cambiado bastante, al igual que el ambiente en la habitación. Se pregunta si no habrán pasado incluso días, y mira a su reloj de muñeca para averiguar la hora. Entonces la ve allí, ve a la pulsera: la pulsera que Sankt le había regalado por su cumpleaños. No es una pulsera bonita, en realidad, Alv hizo prometer a su amigo que no se gastaría dinero en el regalo; y éste le hizo caso: cogió un trozo de cinta de lazo y escribió en ella "ABRAZO". Cuando se la dio le pidió a Alv que se la atara a la muñeca y la mirara cada vez que necesitara uno, y cerrara los ojos para sentirlo, el abrazo, que él desde cualquier parte del mundo, se lo estaría dando. Alv se descubre sonriendo al recordarlo, y cierra los ojos para pedirle un abrazo a su amigo. Lo siente, siente el abrazo: cálido, completo, lleno de paz y sobre todo, lleno de todo el amor del mundo.

 Entonces se incorpora. Si hay algo que Alv odia hacer es huir de los problemas. Y aunque no le apetece para nada vivir de nuevo otro día, se levanta de la cama. Al darse cuenta de que Sankt ha acertado el lado de la cama por el que se ha despertado, Alv piensa que quizás no le espera un tan mal día, al fin y al cabo, y se dispone a leer la nota que su amigo le ha dejado allí, sobre la mesita.

 En la vida acostumbramos a perder grandes cosas y pensar que no encontraremos jamás otras más grandes o mejores. Yo no quiero ser algo más grande o mejor para ti, sólo quiero estar a tu lado en noches como ésta. Y eso, al fin y al cabo, es para mí lo mejor y lo más grande: estar a tu lado. Espero que hayas descansado, lo necesitabas. Te quiero, y si me dices que tú más, yo te digo que te quiero, te adoro, y te vuelvo a querer.



miércoles, 15 de agosto de 2012

Preguntándome a mí mismo


No te entiendo. Primero te propones no rendirte, luchar por él. Y luego la cagas de esta manera.

¿Acaso quieres estar siempre así, tan solo?

¿Te gusta dormir un día sí y cuatro no?
¿Te gusta no salir a flote, o simplemente eres tan poco inteligente emocionalmente como para no saber hacerlo?
¿Te gusta estar siempre en la línea entre la esperanza y las ganas de morir?
¿Por qué los libros es lo único que te ha salvado la vida?
¿Porque están siempre como tú, en silencio?, ¿porque es la única manera de vivir una vida que no sea la tuya?

¿Cuántas cosas que no deseabas hacer has hecho?
¿Cuántas cosas que no deseabas decir has dicho?
¿Cuántos caminos que no querías tomar has tomado?
¿Has tocado alguna vez a la puerta que tú querías?
¿Alguna vez has llevado tú las riendas de tu vida?
Te sientes un fracasado, ¿verdad?

¿Cuánto tiempo llevas perdido?
¿Estás buscando la salida?
¿Dónde te dejaste tus sonrisas sinceras?
¿Tienes motivos para sonreír? Dime uno.

¿De verdad mereces esto para ti mismo?
¿Tan mal te has portado?
¿Acaso no has querido y amado como el que más?
¿Acaso no has antepuesto siempre la felicidad de los demás a la tuya?
¿No te hacía eso feliz?

¿Vas a devolverle las sonrisas de una maldita vez a toda esa gente que te las está regalando día a día?
¿Vas a quedarte solo el resto de tu vida para que no te vuelvan a hacer daño?
¿Acaso te pueden hacer más daño del que te han hecho?
¿Puedes sufrir más de lo que estás sufriendo ahora?

Mírate: lo que fuiste, lo que ahora eres.
¿Todavía no eres capaz de darte pena a ti mismo? ¿De verdad?
¿Dónde dejaste las ganas de vivir?

¿Por qué tienes tan bien redactada esa carta de despedida, esas últimas palabras?
¿Piensas huir el día menos pensado de la manera más egoísta de la que puede huir el ser humano?
¿Hay alguna solución desesperada que no haya pasado ya por tu cabeza?

Dime, si estás cansado de que todo te salga siempre tan mal, ¿por qué no cambias de estrategia?
Si estás cansado de perder, ¿por qué no cambias la forma de jugar?

¿Por qué huyes de los problemas?
¿Por qué eres tan cobarde?
¿Por qué te odias?
¿Algún día te querrás?

¿Piensas que la vida te tiene guardado tu momento?
¿Vas a esperar al día en el que no estés enamorado para empezar a vivir?

¿Cuándo dejarás de llorar viendo las fotos de la época en la que no conocías esta mierda?
¿Cuándo vas a despertar de esta pesadilla?
¿Cuándo vas a dejar de correr mirando hacia atrás y empezarás a dar pasos firmes mirando hacia adelante?
¿Cuándo vas a aceptar tu única verdad?
¿Cuándo pararás de lamentarte y actuarás en consecuencia?
¿Estás dispuesto a ser feliz de una puta vez?

Sí, llora. Llora gilipollas. Pero vete a llorar donde no te vean. Vuelve sólo cuando tengas todas las respuestas.

domingo, 12 de agosto de 2012

Luciérnagas

 Sankt abre los ojos y sonríe por dentro: le encanta estar soñando y ser consciente de ello. Parpadea abandonando su cuarto al cerrarlos y recibiendo al abrirlos una brisa fresca de primavera. Por la posición del sol deduce que es más o menos la misma hora que en la vigilia: entre las cuatro y cinco de la tarde.
 Como está tumbado, se incorpora un poco recostándose sobre su codo y costado derechos, mirando hacia la extensión infinita de aquel césped verde pistacho. Es el césped más claro y reluciente que ha visto jamás, y pese a que lo sueña cada día, no se cansa de contemplarlo, como esperando a que salgan a volar todas las luciérnagas que debe de haber escondidas superficialmente bajo tierra, esas que le dan ese brillo tan especial. Está pensando que eso nunca pasará —ya que las luciérnagas sólo se ven de noche y él siempre se sueña bajo el árbol de día— cuando escucha una voz a su espalda:
—Guapete —le llama Alv.
—¿Otra vez aquí? —le pregunta Sankt sin girarse, con una pequeña sonrisa interior. Sabía que vendría.
—Hoy te quedas sin abrazo por la espalda.
—Jo, que es broma grandullón. Anda ven a... —le pide mientras se da la vuelta para descubrir que está de pie, mirándolo desde arriba, con un bote en las manos— ¿qué es eso?
—Tú sabrás, no soy yo el que está soñando.
—Bah, suéltalo, veamos juntos florecer el árbol, como cada mañana y cada tarde.
 Alv le obedece, y ahora están tumbados boca arriba, bajo el árbol más grande que ninguno de los dos haya visto jamás, contemplando cómo florece, muy lentamente. Pasa la tarde, y Sankt acaba olvidando el árbol y centrándose en cada detalle de su amigo: su pelo, sus ojos, su nariz, su boca, su cuerpo, su piel... "Observarlo es para mis ojos hacer el amor" piensa. Y tras casi odiarse a sí mismo por haber pensado semejante cursilada, se tira sobre Alv y le abraza, intensa pero suavemente, como le gusta abrazarle sobre el césped. Se ríen, y el recién abrazado por sorpresa opta por una expresión seria para preguntarle a su amigo, que ahora está tumbado a su lado, mirándole fijamente a los ojos:
—¿Ves? Está oscureciendo, es casi de noche.
—Es verdad, es la primera vez que nos quedamos hasta tan tarde, ¿por qué será?
—Porque el tiempo pasa cada vez más rápido cuando estamos juntos —contesta Alv sonriendo.— Mira —añade señalando a las espaldas de Sankt, en dirección al césped.
 Sankt se gira y no puede creerlo: de repente el cielo se le antoja negro azabache, y el césped a sus pies brilla fluorescentemente. El brillo empieza a ascender hacia arriba en forma de miles de bichos nocturnos voladores, como puntitos de luz que quieren llegar a ser estrellas allí arriba, en el cielo. Y cuando lo consiguen y llenan la antes oscura cúpula celestial de infinitos puntos luminosos, Sankt cierra la boca, que se acaba de dar cuenta que tenía abierta, y se gira para compartir el asombro con su compañero de sueño. Alv no está, en su lugar está el bote que traía y una margarita que ha parecido querer compensar la huída. Enfadado por la ausencia de su despedida, aunque agradecido por el espectáculo que Alv le había ofrecido —sabía que sólo podía ser cosa suya, que esta vez no lo había creado él mismo— , Sankt coge la margarita y sin entender por qué, da lugar a la típica actividad de los enamorados de quitar uno a uno los pétalos de aquella flor, acompañando el juego con un absurdo y esperanzado "me quiere, no me quiere". Cuando quita el último pétalo, dejando aquella margarita desnuda, sube la vista a la noche estrellada con los ojos empapados: no le quiere.
 Entonces algo se mueve allí arriba, entre las estrellas: es una estrella fugaz. Sankt le pide llorando lo único que puede desear ahora mismo. Nunca ha creído en el amor revelado por una margarita, o en los deseos concedidos por estrellas fugaces, y menos por las de un sueño. Pero esta vez el sueño se le antoja tan real que le duele. En mitad del concierto de sollozos, Sankt descubre que la estrella a la que le ha pedido con todas sus fuerzas, está cada vez más cerca. Se da cuenta entonces, de que se ha materializado de nuevo en una brillante luciérnaga que se acerca a él, más flotando que volando. Sin perderla de vista, tantea el césped a su lado, buscando el bote que Alv había traído consigo al sueño. Una vez que lo tiene, encierra sin dificultad alguna al insecto luminoso. Se tumba en el césped, ahora apagado, y abraza llorando su brillante deseo encerrado, decidido a no soltarlo hasta haberlo cumplido.

"Buenas noches, grandullón" suspira.





Ser como yo (Welcome to my life - Simple Plan)

 ¿Alguna vez has sentido que te derrumbas? ¿Alguna vez te has sentido fuera de lugar; simplemente como si todo se tratase de algo a lo que no perteneces, y nadie te entiende? ¿Alguna vez has querido escapar? ¿Te encierras bajo llave en tu dormitorio con la radio encendida y el volumen tan alto como para que nadie oiga tus gritos?

 No, no sabes cómo es sentir que nada va bien. No sabes cómo es ser como yo: estar herido, sentirse perdido, estar abandonado en la oscuridad. Sentirte pateado cuando caes deprimido, sentir que te han empujado. Estar a punto de romperte y que no haya nadie ahí para salvarte... No, no sabes cómo es. Bienvenido a mi vida.

 ¿Quieres ser otra persona? ¿Estás cansado de sentirte tan rechazado? ¿Estás desesperado por encontrar algo más antes de que se acabe tu vida? ¿Estás atrapado dentro de un mundo que odias? ¿Estás cansado de todos los que te rodean, con sus enormes sonrisas falsas y estúpidas mentiras, mientras por dentro estás sangrando?

 No, no sabes cómo es sentir que nada va bien. No sabes cómo es ser como yo: estar herido, sentirse perdido, estar abandonado en la oscuridad. Sentirte pateado cuando caes deprimido, sentir que te han empujado. Estar a punto de romperte y que no haya nadie ahí para salvarte... No, no sabes cómo es. Bienvenido a mi vida.

 A ti nadie te miente a la cara, nadie te apuñala por la espalda. Debes de pensar que soy feliz, pero no, no estoy bien. A ti los demás siempre te han dado lo que querías. No te has tenido que ganar nada, lo has tenido todo siempre ahí. No, no sabes cómo es...

Estar herido, sentirse perdido, estar abandonado en la oscuridad. Sentirte pateado cuando caes deprimido, sentir que te han empujado. Estar a punto de romperte y que no haya nadie ahí para salvarte... No, no sabes cómo es.

Bienvenido a mi vida.



Sólo amigos

¿Acaso no era eso lo que siempre había pedido: ser su amigo durante el resto de su vida? Pues ahí lo tenía.

 Para cuando pudo darse cuenta, Sankt le había confesado a su amigo todo lo que sentía por él, o casi todo.
Alv se había encargado de casi obligarle a que se lo contara, llevaba tiempo sospechando. Y cuando la verdad, o casi toda la verdad fue dicha, Sankt no supo qué hacer, qué decir. Sentía que perdería todo lo que tenía: su mejor amigo. Pero, como no podía ser de otra manera, Alv tomó las riendas de la situación y se encargó de borrarle a Sankt todos sus miedos.
 "Creo que no hay cosa peor a que tu amor no correspondido te trate tan bien, te asegure no cambiar nada en vuestra actual relación, te prometa no abandonarte pase lo que pase" pensó Sankt una vez que la conversación se dio por finalizada con una de sus falsas sonrisas que Alv le había forzado a esbozar.

 Sólo amigos. Eso sería para él el resto de su vida: su amigo, como mucho. No había cosa que aliviase y doliese tanto a la vez como saber que él estaría siempre a su lado, pero que jamás podría amarlo. Antes tenía dos razones por las que vivir, dos metas por las que luchar y alcanzar, y ahora sólo le quedaba una: que Alv fuese feliz cada minuto de su vida.

sábado, 11 de agosto de 2012

No sé cuidarte

 Le coge la mano y tira de él. Sankt le sigue, se muere de ganas de ir junto a él donde sea que le lleve. Alv se tumba en la cama, tiene mal aspecto.
—Cuídame. —Y no hay otra cosa que a Sankt le apetezca más hacer, así que se tumba a su lado, y le mira a los ojos.
—¿Qué te pasa, grandullón?
—Me duele la tripa.
 Sankt no sabe qué hacer, nunca ha tenido que cuidar de alguien a quien quiera tanto. Sólo se le ocurre acariciarle la tripa y darle un beso en la frente. Recuerda que eso hacía su madre cada vez que él enfermaba.
—¿Qué podemos hacer? —acaba preguntando, al sentir que no está haciendo gran cosa.
—No sé, jo.
—¿Tienes frío?¿Tienes calor?¿Te apetece tomar algo?
—Estoy bien así, cielo —contesta Alv. Pero no suena nada convincente, así que Sankt decide abrazarle y lo hace casi sin pensarlo, sabe que si lo hace acabará reprimiéndose.
—¿Mejor así? —le pregunta.
—Mucho mejor —responde. Y a Sankt le va a dar algo, todo su miedo al rechazo desaparece. Entonces decide enviarle un whatsapp, no puede arriesgarse a que se le quiebre la voz al decirle esto: "Te quiero. ¿Puedo cogerte la mano? No quiero tener que separarme nunca de ti."


 Y de detrás del pitido de aquella notificación de confesión, sale toda la desesperanza de Sankt.
—No nos vamos a separar, tranquilo —le contesta, pero con voz, y con notable intención de zanjar el tema. Ya lo han hablado muchas veces antes, debido a la inseguridad de su amigo.
 Alv ha rechazado el que se cojan de la mano, y Sankt se muere de vergüenza y de rabia. Se da media vuelta y con un neutro "buenas noches" cierra los ojos. Está apunto de llorar cuando siente que unos brazos lo abrazan por detrás, y que un cuerpo se pega al suyo. Abre los ojos y se descubre a sí mismo bajo el árbol de siempre, tumbado en el césped de siempre y a Alv abrazado a él por la espalda, como siempre. Ya está soñando.

"Idiota, ¿cómo has podido pensar que te abrazaría en la vigilia?" se dice mientras cierra los ojos de nuevo y deja salir de la cárcel —sus ojos— todos los sentimientos presos —sus lágrimas—.


Cómo saber si es de verdad




Sabes que es de verdad cuando pensar se convierte en poder verle y sentirle, con los ojos cerrados, e incluso con los ojos abiertos; cuando proyectas cada noche su cuerpo junto al tuyo en la cama, siendo capaz de creer que realmente está ahí contigo, y que no tienes por qué temerle a nada, que no podrías estar mejor protegido. Sabes que es de verdad cuando cada sueño es un encuentro mágico; cuando el sexo y los besos quedan en un segundo plano, porque un abrazo o una caricia podrían darte todo lo que necesitas, y más.

Sabes que es de verdad cuando el estar arriba o abajo no depende de otra cosa que no sea si hoy te ha hablado o no. Sabes que es de verdad cuando no te importaría dónde ni cuándo mientras fuese a su lado; cuando lo darías todo, cuando harías lo que hiciese falta por una historia real de amor infinita protagonizada por los dos; cuando tu presente no tiene sentido sin un futuro compartido. Sabes que es de verdad cuando no te importa no ser correspondido y sólo quieres vivir con él el resto de tu vida.

Sabes que es de verdad cuando miras su foto y te estremeces; cuando lo piensas y todo se revuelve por dentro; cuando os imaginas abrazados y notas que sin darte cuenta, tu estómago se ha convertido en el mayor de los mariposarios jamás pensado. Sabes que es de verdad cuando no te importa lo que hay ahí debajo, entre sus piernas. Sabes que es de verdad cuando sus ojos te lo dicen todo sin decir nada; cuando su sonrisa te hace llorar por dentro, y escuchar su voz, por fuera.

Sabes que es de verdad cuando su silencio hiere, y su ausencia mata; cuando la distancia te duele más que nunca, y te importa menos que nada. Sabes que es de verdad cuando sacas fuerzas de donde no quedan; cuando no puedes esperar más, pero esperas. Sabes que es de verdad cuando aún sabiendo que todo está perdido, sigues luchando; cuando de repente quieres intentarlo, y por primera vez no te rindes: sabes que es de verdad cuando inventas la esperanza.

Sabes que es de verdad, que estás enamorado y que lo estás como nunca, cuando no te importa nada y no te importa nadie que no sea él; cuando te lo jugarías todo y te quedarías sin nada. Cuando harías todo lo posible, todo lo necesario, porque él fuese la persona más feliz del mundo... aunque no fuese a tu lado.

Te amo. Y ahora sé que es de verdad.

viernes, 10 de agosto de 2012

Terceros

El eslabón perdido. El segundo plato, o incluso el postre. La alternativa. El plan Z.
Eso soy yo: con lo que te quedas cuando lo bueno de verdad se acaba.

Nunca he querido llegar a importarle a un amigo lo que le puede importar su pareja, obviamente. Pero sí que me cuesta ser "el tercero". Esa persona que está ahí cuando el mejor amigo de su amigo falla, pero que a la hora de la verdad se queda sin nada, porque todo el cariño se ha repartido para cuando llega a él. 

En su mundo las personas jerarquizan los sentimientos, incluso seleccionan a sus amigos dependiendo de los intereses a la hora de pasar el tiempo juntos. Entonces, ¿qué pasa con los que estamos dispuestos a hacer cualquier cosa por nuestro mejor amigo, sin ni siquiera serlo para él; esos que no tenemos pareja, y que siempre que se pueda vamos a ser sustituidos por otro mejor amigo que se ha ganado el puesto por el tiempo o por los intereses? Nosotros estamos ahí, flotando en la nada, sin un estatus sentimental determinado. Los terceros. Los que no podemos permitir que esa persona esté mal, los que damos todo aún sin recibir nada a cambio, sin sentirnos correspondidos. ¿Quién nos da el cariño a nosotros? ¿Quién nos cuida? ¿Acaso no estamos solos? Claro que sí. Solos no, solísimos. Y tenemos todo el tiempo del mundo para pensar, para darnos cuenta de la verdad de nuestros sentimientos, para sentir que hemos entrado en un bucle sin salida. Tenemos todo el tiempo del mundo para asimilar que ese bucle se llama amor.

Y no hay nada peor, creedme, que ser un tercero enamorado.

jueves, 9 de agosto de 2012

Deseo de cosas imposibles


Ven, abrázame muy fuerte, hazme sentir que soy tuyo; que no pertenezco a nada ni a nadie que no sea tú y tus abrazos. Recuérdame por qué no me he rendido aún. Hazme olvidar que cada uno de nuestros abrazos tiene que acabar; que nunca dejaré de amarte y que nunca me amarás. Dime que aunque todo esto esté mal, nunca me soltarás, nunca. Miénteme, dime que me necesitas como yo te necesito, que me piensas como yo te pienso, que me sueñas como yo te sueño.

Lo sé. Sé que no me amas. Sé que no puedes hacerlo. Por eso no te pido que me ames, sólo te pido que me abraces, que me beses. Bésame. Bésame lento y fuerte. Acaríciame suave con tu aliento. Fúndelo con el mío. Quítamelo. Déjame sin respiración. Róbame el tiempo para tomar aire y gritarle al mundo mi única verdad. Sálvame la vida.



No sé exactamente si eran mariposas, pero estaban ahí sin que yo las llamara; cada vez que te acercabas, ¡revoloteaban!. Eran tuyas pero estaban en mi estómago...

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.
"Mariposas en el estómago", vaya metáfora de mierda. Más bien parecen abejas asesinas.

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- Ligia García y García