sábado, 26 de enero de 2013

Sólo en la azotea

 Aprieto entre mis labios el último cigarro del paquete. Lo enciendo torpe, muerto de frío. Me trago mis lágrimas en forma de humo; me deshago de mis ganas de llorar lanzándolo al aire, viendo cómo sube lentamente hasta formar parte de un cielo morado oscuro que me ignora, un mal amigo, que se niega a hacerme el favor de derrumbarse sobre mí.

 La Luna existe tímida tras las nubes, apenas ilumina, dándole a las que la tapan un rosa pastel que me da hambre, hambre de sonreír. Me alegro de que así sea, de que no pueda verla, porque hacerlo siempre me recuerda a ti, aunque oculta también lo esté haciendo.

 Consumo el cigarro como he consumido mis ganas de vivir: a penas sin darme cuenta. Lo tiro y lo piso. Y me aseguro de que esté bien apagado; no quiero que el incendio de rabia que ha abrasado mi cuerpo se propague a la azotea —intoxicando a los pocos que me quedan— de mis sentimientos.

No sé exactamente si eran mariposas, pero estaban ahí sin que yo las llamara; cada vez que te acercabas, ¡revoloteaban!. Eran tuyas pero estaban en mi estómago...

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.
"Mariposas en el estómago", vaya metáfora de mierda. Más bien parecen abejas asesinas.

Entradas populares

A partir de hoy...

A partir de hoy...
- Ligia García y García