domingo, 27 de octubre de 2013

El día que no te conocí

 Hoy, después de año y medio y casi 500 noches en vela, me he despertado de ti; y he descubierto que eres real, que todo esto no ha sido solo una pesadilla. ¿Pero cómo iba yo a creer que me había enamorado de un monstruo si no era en sueños?

 Maldigo aquella primavera del 2012 en la que me quedé dormido de ti. Reescribiré nuestra historia y cambiaré el final; no es que ya no vaya a ser un final feliz, es que va a ser un final sin ti:

 El día que no te conocí yo vestía zapatillas nuevas, mis pantalones favoritos y esa camisa que no pude volver a lavar después de que me abrazaras por primera vez. Tú llevabas aquella camiseta blanca llena de tu perfecto olor y unos pantalones lo suficientemente apretados como para hacerme mirar cada vez que no te dabas cuenta. 

 El día que no te conocí eran las 12:34 cuando corrías hacia mí para sumirme en tu profundo coma, entonces me lo pensé dos veces y huí de aquel momento destinado a ser feliz para estar 17 meses sin saber lo que es amar. Pero todo pasa, todo llega, todo cambia, y de repente un día se abren las puertas de un tren y tú estás al otro lado, sonriente y tan guapo como siempre, dispuesto a quererme; sólo que para entonces yo ya he encontrado al verdadero amor de mi vida.

 Porque amar con locura no es la única forma de amar. Y yo ya estoy demasiado loco como para que tú me vuelvas más aún. Lo que necesito es paz, cordura, sensatez, abrigo, amistad, cariño. Lo que necesito es justo lo contrario a ti, justo lo contrario a haberte conocido.

 Pero oye, no te preocupes, que dicen por ahí que no hay mal que por bien no venga.

lunes, 21 de octubre de 2013

El día que la descubrí

La vi brillar entre la nube gris de gente.
Ella iba de negro y los demás vestían colores.
Todos hablaban y sonreían
y ella estaba callada y triste.
Pero era ella la que brillaba
y eran ellos los grises.

No sé si fue el flash de su cámara,
con la que cazaba las obras de arte,
salvajes, que rondaban su día a día;
o una idea apareciendo en su cabeza
con forma de bombilla encendida.
Pero la vi brillar entre la nube gris de gente.

Con sus labios de sangre,
sus ojos de césped
y su piel de nieve,
quería esconderse.
Pero su espalda de alas plegadas
anunciaba lo inminente.

Me atraía,
me dejaba perplejo.
Me llamaba,
me pedía explicaciones.
Pero, ¿cómo le cuentas a un ángel
que le has descubierto?

sábado, 19 de octubre de 2013

Lo que digo (y lo que siento)

Hola (te echaba demasiado de menos como para aguantar un día más sin escribirte). 

 Cuánto tiempo (no me puedo creer que hayas soportado todos estos meses sin hablarnos). ¿Cómo estás? (¿te hace feliz la gente con la que me sustituíste?). Últimamente no sé nada de ti (ya no formo parte de tu vida). Pensaba que al mudarme a Madrid quedaríamos más a menudo (quise echarle la culpa de no haberte enamorado a la distancia). A ver si nos vemos un día (ojalá no me cruce contigo porque no podré disimular que aún te amo) y nos tomamos algo por ahí (sigo sediento de tus besos y hambriento de tus abrazos). 

 Espero tu respuesta (siento no asumir que estás harto de mí).
Un saludo (intentaré que ésta sea la última carta que te moleste).

jueves, 17 de octubre de 2013

¡Muchas gracias, muchas gracias!

Hoy de camino a casa me he encontrado a una anciana que iba a tirar la basura. Le he propuesto tirársela yo y me lo ha agradecido varias veces. Pensaba que sus palabras y su sonrisa me iban a abastecer lo suficiente de una sensación de altruismo; sin embargo ahora sólo deseo encontrármela cada día.

lunes, 14 de octubre de 2013

Mi estación del año favorita: tú

No valoro el verano hasta que no llega el otoño.
No valoro el otoño hasta que no llega el invierno.
No valoro el invierno hasta que no llega la primavera
No valoro la primavera hasta que no llega el verano.
Y así con todas las personas
que van y vienen en mi vida
como las cuatro estaciones del año.

Pero a ti te valoré
desde tu solsticio hasta tu equinoccio,
desde tu boca hasta tus ojos.

Quise vivir eternamente en tu clima cálido:
en los ciclones de tu pelo, 
las precipitaciones de tu mirada,
la temperatura de tu cuerpo,
la humedad de tus labios
y la presión de tus abrazos.

Amé desde el primer instante
abrigarme contra el frío de tus palabras,
desnudarme frente al calor de tu pecho,
el amanecer de tu cara en mi almohada;
la lluvia de caricias,
el viento de tu aliento en mi cara,
la escarcha de nuestro sudor congelada cada mañana
y el salitre de tu piel cubriendo mi cama.

A ti te valoré
desde tu equinoccio hasta tu solsticio,
desde tu sexo hasta tus vicios.
 
A ti te quise para siempre,
para que no acabaras nunca.
Pero supongo que no eres más que como otra estación del año:
siempre acabas pero siempre vuelves.

viernes, 11 de octubre de 2013

Placer prohibido

La farola que ilumina tenue la habitación nos observa desde fuera como yo observo tu cuerpo desnudo tumbado en mi cama: sin parpadear.

Me pregunto si mis manos lograrán separarse de tu pecho.

Sentado sobre tu abdomen intento recordar cómo hemos llegado hasta aquí: el cielo; pero tus caricias en mi espalda me distraen consiguiendo que no me dé cuenta de que te has incorporado y me estás besando.

Acaricio tu barba y me despego de tu boca para deslizarme hacia abajo por tu cuerpo.

Me gusta escuchar el placer en tu respiración cuando te toco, y tus ojos cerrados me exculpan de este error que ha sido encontrarte ahora que no sé amar.

El silencio de la noche nos regala la banda sonora del sexo: nuestros gemidos; y las sábanas nos ocultan de las miradas de las cuatro paredes que esconden este placer prohibido.

lunes, 7 de octubre de 2013

Capítulo 0

 Aunque no lo sabíamos (o no queríamos saberlo), todos éramos felices antes de ser sin quererlo los protagonistas de esta historia de miedo. Y es que a cualquier historia que cuenta cómo personas aman a otras personas se la considera una historia de amor, pero nosotros no amábamos como ama todo el mundo; nosotros amábamos con miedo: miedo a vivir, miedo a querer más de lo que nos querían, miedo a perdernos los unos a los otros, miedo a depender de alguien, miedo a encontrar la felicidad y que fuera en otra persona.

 Aunque no lo sabíamos (o no queríamos saberlo) nuestra vida aún no estaba arruinada. Aún éramos cuatro desconocidos cuando nos autodeclaramos unos desgraciados, pero pronto la vida nos iba a demostrar que estábamos equivocados, y es que perder al amor de tu vida siempre te hace verlo todo de otra manera.

 Decido tatuar sobre el papel los acontecimientos que nos llevaron un día a esta locura conjunta de aparente felicidad que nos perseguirá el resto de nuestras vidas, aunque estemos todos muertos. Lo escribo desde el puente en el que me suicidaré cuando acabe de contar a nadie nuestra historia; quizás con la esperanza de que mientras lo hago encuentre la respuesta a mi vida o de que él decida amarme antes de que llegue el día.

 Me siento en el borde, lo más al borde que puedo, porque las palabras son más sinceras cuando sabes que pueden ser las últimas. Así que empezaré con el momento en el que le conocí, antes de que el viento decida por mí el día de mi muerte, porque quiero dejar claro que le amé desde el primer instante.

No sé exactamente si eran mariposas, pero estaban ahí sin que yo las llamara; cada vez que te acercabas, ¡revoloteaban!. Eran tuyas pero estaban en mi estómago...

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.
"Mariposas en el estómago", vaya metáfora de mierda. Más bien parecen abejas asesinas.

Entradas populares

A partir de hoy...

A partir de hoy...
- Ligia García y García