La habitación empieza a llenarse del azul del amanecer y mis manos de tu piel,
y de tu pelo.
Caliente y empapado de toda la noche durmiendo a mi lado llenas mis dedos de tu aroma
y mi cuerpo de deseo.
Te despierto o te despiertas.
Sólo sé que ahora me miras, que tú también me tocas;
que estoy dentro de ti, entre tus brazos, con mi cabeza en la almohada perfecta:
tu clavícula.
Y nos bebemos a morro hasta que sin darnos cuenta se nos ha hecho de día.
Aprieto mis ganas de hacer el amor contra las tuyas
y las vibraciones de nuestros gemidos hacen temblar todo el único cuerpo que somos ahora.
El resto sólo lo entenderíamos nosotros
y prefiero recordártelo sin palabras,
con ventanas empañadas de sexo.
Es entonces, después de todo, descansando en ti, cuando decido arriesgarme a contártelo:
empuño la pluma de mis caricias y escribo sobre el pergamino de tu pecho
esas dos palabras que sólo tú y yo necesitamos saber en mi nuevo mundo.
Y las entiendes. Y respondes "y yo a ti". Y me besas. Y sonrío.
Y vuelvo a quedarme dormido en la puta nube que vivo desde que te conocí.
8'5-II-2014.
P.D: Gracias.