jueves, 8 de enero de 2015

Espectro invisible

Del mismo modo que inevitablemente sucedió en el momento cero, algo se enciende: una luz capaz de iluminar mil universos, pero ninguno de ellos más grande que tú. Atraviesa mis lágrimas de felicidad de tenerte de nuevo entre mis brazos, mío y tuyo por un instante, sintiéndonos presos y libres como Cernuda; si el hombre pudiera decir lo que ama... pero cómo decirlo sólo con palabras. Se refleja entonces en ellas el espectro visible, y también lo esencial, el invisible, como bien decía el Principito. Puedo ver todos los colores, tu morado, mi azul, nuestro naranja y verde; también hay colores que conozco de sobra pero no tienen nombre, como el de tus ojos. Ahí están, como un arco iris pero sin forma de arco y sin iris, porque nuestras pupilas dilatadas se lo han comido. Empiezan a crecer en número, intensidad y tonalidades. Les pongo nombres a todos, en voz alta, escuchándome a mí mismo decir sin poder evitarlo y repetidamente "te amo". Ya no cogen en mí, ya nunca más voy a olvidarlos. Te miro fijamente a los ojos y grito porque no basta con mi sudor y mis lágrimas para verterlos de mí, de todos modos ya estamos acostumbrados a saltarnos las leyes de la física. Tu cuerpo se contrae reteniéndolos, el tiempo se para, tus ojos reflejan lo que siento mientras me ensordecen, y no sé si con un hilo de voz o en morse con tu corazón, me confiesas: "no sé cómo describirlo, es como una explosión de colores".

No sé exactamente si eran mariposas, pero estaban ahí sin que yo las llamara; cada vez que te acercabas, ¡revoloteaban!. Eran tuyas pero estaban en mi estómago...

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.
"Mariposas en el estómago", vaya metáfora de mierda. Más bien parecen abejas asesinas.

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- Ligia García y García