domingo, 26 de agosto de 2012

Guapo

Despierto y miro al otro lado de mi cama: el lado vacío que deberías haber ocupado tú cada mañana desde el momento en el que te conocí y que deberías ocupar durante el resto de mi vida. No estás ahí, como de costumbre. Entonces decido cambiar las lágrimas que suelen intentar llenar el vacío que tú dejas por una sonrisa imprevista mientras cierro los ojos tratando de materializarte junto a mí. Empiezo por tu pelo:

 Ese pelo no es normal. Incluso antes de saber tu nombre ya me parecía algo mágico. Al igual que yo de ti, mis dedos se han enamorado de él; al igual que yo a ti, desean abrazarlo cada segundo que son conscientes de su existencia; y como yo por ti, se mueren por perderse en él y no encontrar la salida. Ahora puedo ver tu pelo, sin poder evitar la tristeza de que sólo sea una ilusión.

 Tus ojos. ¿Qué voy a hacer con tus ojos? Mirarlos mientras me miran me paraliza y empuja al borde del infarto. Sin embargo no quiero liberarme de ellos; y como querer es poder, no puedo liberarme de ellos. Atrapan a los míos sin escapatoria. Más que atraparlos, los pasean felizmente por tu mirada, que desconfiada, acecha constantemente a la mía, por si algún día (ilusa) se me olvidara cuánto te amo. Las mariposas que ahora revolotean casi más fuerte que nunca en mi estómago me hacen darme cuenta de que bajo tu pelo, puedo ver tus ojos. Te siento tan real que me estremezco, y por un momento tengo miedo, no sé si a mi locura, o de perderte.

 Tu nariz: pensarla y sonreír es inevitable. La de besos de esquimal que la mía le tiene guardados. Ojalá algún día pueda dárselos todos uno a uno, matando de envidia a mi boca.

 Hablando de bocas, ¿existe pasaporte a la gloria más perfecto e imposible que tus labios? Para mí mirarlos siempre ha sido como besarlos, al fin y al cabo, es lo más cerca que estaré de hacerlo. Y entonces, aparece detrás de ellos la mejor y más bonita de las sorpresas: tu sonrisa. Malditas palabras, no me alcanzan para describirla. Tendré que definirla con lo más parecido que encuentro a lo que siento cuando sonríes: felicidad.

Y ya está, ahí, mirándome como sólo tú sabes hacerlo, tu cara sobre la almohada. No quiero arriesgarme a morir de deseo proyectando tu cuerpo tumbado junto al mío, así que me limito a imaginar que está ahí y pensar en tu mano con tus dedos buscando la mía con los suyos. No puedo evitar sentir una fuerte presión en el pecho cuando ambas se unen entrelazándolos. La presión baja por mi cuerpo convirtiéndose en alivio, en protección. Es entonces cuando sonrío, qué dedos tan cortos. ¿Cómo unas manos tan pequeñas y adorables pueden sostener un corazón tan cargado de amor y espinas? Creo que mi corazón nunca había estado en mejores manos, así que agarro fuerte la tuya, necesito que no lo dejes caer jamás. Ahora puedo notar otro latiendo casi al ritmo que el mío y junto a él, entonces nos descubro abrazados. Soy feliz por primera vez después de mucho tiempo.

 Tras las lágrimas de rabia al pensar que sólo eres producto de mi imaginación, encuentro mis ojos reflejados en los tuyos, y un poco más abajo tu sonrisa. Mientras tu pelo llena mi almohada de tu falso aroma, mis labios se preparan para decir lo único que pueden decir en este momento: "guapo". Y con aquella verdad universal, se esfuma mi mentira favorita: tu presencia.


No sé exactamente si eran mariposas, pero estaban ahí sin que yo las llamara; cada vez que te acercabas, ¡revoloteaban!. Eran tuyas pero estaban en mi estómago...

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.
"Mariposas en el estómago", vaya metáfora de mierda. Más bien parecen abejas asesinas.

Entradas populares

A partir de hoy...

A partir de hoy...
- Ligia García y García