miércoles, 10 de abril de 2013

Consejos idiotas e idiotas que dan consejos

—¿Adónde has ido esta vez? ¿Dónde has pasado la noche?

—Al guardamuebles abandonado de la montaña, desde allí casi no se ven las luces de la gente que es feliz.

—¿Por qué te fuiste sin decirme nada? Sabes lo peligrosa que es la montaña por la noche.

—Si te lo decía vendrías conmigo, y entonces tendría que haber aguantado toda una noche las ganas de llorar, haber fingido que todo iba bien; y de eso ya estoy demasiado cansado.

—¿Lo de siempre?

—Lo de siempre.

—Joder, ya está bien. No hay que quedarse lamentándose de uno mismo, hay que dejarlo o luchar; y creo que tú ya has luchado demasiado.

—¿Qué? Ninguna lucha es demasiada cuando la victoria significa la única forma de ser feliz. Y sí, me lamento, porque sólo así puedo pensar en él; y eso, eso es lo único que a día de hoy me compensa el sufrimiento en el que se ha convertido vivir así, tan lejos de sus abrazos.

—Pero no tiene sentido que cuando más necesites a alguien, te aísles.

—Cuando más necesito a alguien es cuando el único alguien al que de verdad necesito y que realmente puede ayudarme, no está. 

—Y podríamos estar los demás, pero no nos dejas.

—Y podríais estar los demás, pero ninguno de vosotros sois la razón de mi existencia.

—Pero te queremos y nos preocupamos por ti. Y queremos ayudarte y que seas feliz. No nos lo pones nada fácil. Buscas la soledad y luego lloras porque te sientes solo. Dices que necesitas cariño, pero privilegiado el que consigue de ti respuestas que no sean bordes y tengan más de dos palabras. La gente, incluso los amigos de verdad, se cansan; y vas a acabar perdiéndonos a todos.

—Si estoy solo es de él, si necesito cariño es el suyo; pero tampoco espero que lo entendáis. Gracias por intentarlo pero no me ayudáis. Aconsejáis como si vosotros fueseis los que sentís, como si vosotros fuerais a sufrir las consecuencias de la decisión que aseguráis que es la adecuada. Nadie me puede entender, he visto películas y escuchado canciones de amor, bodas y relaciones por todas partes, y estoy seguro de que nadie puede entenderme, porque desde luego, aunque todos lo crean, nadie ha estado realmente enamorado.

—No eres el único que tiene sentimientos. Lo sabes, ¿no?

—Sí, pero sí que soy el único que no los abandona cuando no le hacen feliz.

—¿Porque no puedes o porque no quieres?

—Porque me parece injusto dejarlos tirados por los suelos a la más mínima de cambio cuando un día fui feliz gracias a ellos.

—¿Y qué hay de la vida que te estás perdiendo?

—Préstame ganas de vivir.

—Ehm... esto... lo siento, me tengo que ir.

No sé exactamente si eran mariposas, pero estaban ahí sin que yo las llamara; cada vez que te acercabas, ¡revoloteaban!. Eran tuyas pero estaban en mi estómago...

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.

—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.
"Mariposas en el estómago", vaya metáfora de mierda. Más bien parecen abejas asesinas.

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