—Sí, muy bien, hoy es sábado. Pero te he preguntado cómo te llamas.
—Sábado es mi nombre.
—¡Uala! Es la primera vez que oigo que alguien se llama así, tío. ¿A qué se debe ese nombre?
Su madre fue prostituta y cuando él nació lo único que ella recordaba de su padre era que había sido un cliente del sábado.Quiso llamar a la criatura de algún modo en su "honor" y el día en que compró sus servicios era lo único que conocía de él que pudiera utilizarse como nombre, ya que Pene no le parecía muy apropiado para un niño. "Quizás sí para alguna que otra persona, pero no para un niño", pensó. El oficio no lo ejerció por necesidad económica, sino por la locura que le ofreció en cantidad su instinto maternal: se dedicó a buscar un hombre, cual fuese, que la engendrara. No era guapa, ni inteligente, ni adinerada, ni simpática, ni causaba atracción alguna sobre ningún hombre a no ser que éste estuviera ebrio y en la parte trasera de un coche: la oscuridad era su mejor amiga.
Sábado se avergüenza de toda esta historia que su madre le dejó como "recompensa" en forma de carta de despedida el día que la encontró colgando de su árbol favorito del jardín de su casa, así que opta por contestar:
—Puedes llamarme Sab.
—Ehm... guay, Sab —contesta Sankt acompañando con una sonrisa, obviando que Sábado ha ignorado su pregunta.
—¿Quieres fuego? —le pregunta éste.
—No gracias, ya no fumo. ¿Por? —responde Sankt intentando entender la pregunta.
—Porque estoy que ardo.
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Mis palabras te han abierto las puertas de lo que soy, ¿acaso no sería justo que dijeses ahora qué sientes tú?