Mi mayor y único deseo, nació mucho antes que yo, cuando nació la posibilidad de que tú y yo existiésemos algún día en el mismo mundo:
Antes que mi cuerpo, nació el deseo de abrazarte; antes que mis labios, mi necesidad de beberte a morro; antes que mis ojos, la imposibilidad de no enamorarme cada vez que encuentran los tuyos...; y antes que mi voz, el "te amo" para intentar, sin éxito, expresar lo que siento por ti.
Cuando te conocí entendí que mi existencia no era más que el deseo necesariamente personificado. Por eso siempre había sentido que no estaba vivo, que no formaba parte del cosmos, que este no era mi sitio...
Y desde entonces tampoco vivo, porque el deseo no se vive, se desea.
Cuando te conocí empecé a existir y por consecuencia, a sufrir.
Y ahora, ¿qué?
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Mis palabras te han abierto las puertas de lo que soy, ¿acaso no sería justo que dijeses ahora qué sientes tú?