ni el azul para el cielo;
sus ojos y nuestros amaneceres
le han robado los colores a este mundo.
El azúcar ya no es para el café,
ahora es para sus besos;
ni el sabor salado para el mar,
sino para su piel.
Ya no es para la violeta el morado,
sólo él y yo sabemos para qué;
aunque el naranja siga siendo
para los atardeceres a su lado.
Son segundos los minutos,
y minutos las horas,
y 4 días en Granada
el instante más feliz de toda mi vida.
El rojo para la sangre
que ya tiene sentido que corra por mis venas,
y el amarillo para el Sol bajo el que quiero vivir junto a él,
el resto de mis días.
Y como desde que le conocí
para los poemas no hay finales,
acabaré con una conclusión:
estoy enamorado de Alejandro Rico Pérez;
aunque esas tres palabras ya no sean para su nombre,
sino para mi descripción de amor.
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Mis palabras te han abierto las puertas de lo que soy, ¿acaso no sería justo que dijeses ahora qué sientes tú?