Me quedo con Abril. Y con Mayo. Y con Junio y Julio y Agosto... Con el que quieras o no fue nuestro verano. Me quedo con él, con todo lo que me hiciste sentir, con toda la felicidad que me inyectabas en generosas dosis cada día, esa que hoy parece que te dé pereza darme.
Ya no queda casi nada del chico al que conocí, aquél que me regalaba sonrisas sin que pareciera importarle. Pero sigo esperándolo, aguantando la ausencia de tus ganas de hablar conmigo, confiando en que algún día volverán.
Aunque ya no seas el de antes, te sigo queriendo, porque la esperanza de que vuelvas es más fuerte que el dolor de tus escasas, tajantes y desgarradoras palabras cayendo aquí, en el pecho. Mientras tanto hablo con un desconocido, alguien a quién parece que le duela decir "te quiero" y que me demuestra que cada día me soporta un poquito menos.
Prefiero agobiar, molestar, cansarte, a sentir que te he abandonado. Me da igual si mis palabras no te sirven para nada, porque a mí me sirven para todo. Y si sigo así sé que llegarás a odiarme, pero prefiero que me odies a que te olvides de mí. Porque del amor al odio hay un paso, el mismo que del odio al amor; sin embargo del olvido al amor no hay camino, al igual que no lo hay del amor al olvido.
Te quiero aunque odie cómo me hablas, porque no somos lo que hablamos, sino lo que sentimos. Y quiero creer que tú me quieres, aunque cada día lo tenga un poco menos claro.
Un saludo, amigo.
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Mis palabras te han abierto las puertas de lo que soy, ¿acaso no sería justo que dijeses ahora qué sientes tú?