Saca la cabeza de debajo de almohada para darle alguna explicación al sonido metálico que le ha parecido escuchar: son unas llaves de casa. Con aquel "buenas" dejado y triste, Sankt descubre que es su madre la que acaba de entrar a casa. Espera unos segundos a que la puerta de su cuarto se abra y aparezca tras ella su madre regañándole por estar allí tumbado y llorando, como suele hacer, pero al igual que estos dos días atrás, su madre ha abandonado la costumbre. A Sankt el primer día le resultó un alivio, el segundo ya lo echó de menos. Se siente abandonado, solo —como siempre—, pero esta vez la sensación es demasiado real.
Hace recuento de las palabras que ha dicho en estos últimos días y por un momento teme que se le olvide hablar. Tose a caso hecho y canta una estrofa de una canción pegadiza que ni sabe cómo se llama. Se tranquiliza al recordar cómo se habla y notar que sus cuerdas aún no se han oxidado, aunque de tan poco escucharla hasta su voz se le antoja ajena. En casa no sale de su cuarto y en el instituto, bueno, Sankt supone que la gente ya se ha acostumbrado a verle llorando, perdido, o encerrado en el baño, por lo que ni sus "amigos" le preguntan qué le pasa, además de saber que obtendrán un "nada" por respuesta. No es que Sankt no quiera contar lo que le pasa, es que no sirve de nada que lo cuente. Con Alv solía inventarse que estaba agobiado por el instituto, o que le dolía la cabeza... Ya no hablan. Es decir, intercambian palabras, pero no se dicen nada. Es eso. Eso es lo que le pasa a Sankt.
—¿Cómo estás?
—Bien, ¿y tú?
—Bien.
"Y ya está. ¿Esto es todo?" se pregunta Sankt cada vez que sus conversaciones mueren. Se ha acabado la magia entre ellos, esa amistad rara, especial, esas sonrisas sinceras que Sankt había conseguido volver a esbozar cuando Alv empezó a hablarle. Pensaba que su nuevo amigo no se cansaría de él como todo el mundo, pero ha resultado ser así. "Mierda, te lo dije" se dice a sí mismo, recordando cuando se advertía que algún día Alv también se cansaría de ser su amigo. Entonces, coge papel y su bolígrafo verde de escribir cosas importantes y escribe:
Se ha acabado todo: tu necesidad de nuestros abrazos, mis palabras, tus ganas de mí, mis ganas de ser feliz... Se ha acabado todo, todo. Todo menos lo inacabable, lo más infinito del Universo: mi amor por ti.
Sankt pega con cinta adhesiva al porta-retratos que guarda su foto con Alv la pequeña nota que desvela su gran tristeza. Sin pensarlo se dirige a la cocina, al mueblecito que funciona de botiquín en casa.
"Maldita sea, olvidé que la última vez mamá lo cerró con llave"
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—¿Signo del zodiaco? —Acuario, pero con mariposas en lugar de peces.
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No tengo nada que decirte porque ya te lo he dicho todo.
ResponderEliminarBueno, sí, el verde es un buen color. ¿Sabes eso de que la esperanza es lo último que se pierde?
*Y creo que sabes de sobra que yo no voy a cansarme.